Luis Rivero Afonso es un escritor canario afincado en Italia que está a punto de publicar su segundo libro, "La campana de cristal", una selección de cuentos muy alejada del registro de su ópera prima, "Comenzar de nuevo". En ella, tomando como base la peregrinación del Camino de Santiago, intentaba mostrar su personal salida de la crisis, a través, asegura, "de las transformaciones y de los cambios, tanto en el ámbito interno como en el externo". Nacido en Carrizal de Ingenio, en el Sur de Gran Canaria, Rivero se licenció en Derecho por la Universidad de La Laguna, a la vez que trabajaba. Ejerció veinte años como abogado hasta que en 2005 dio un primer bandazo en su tranquila trayectoria vital al marcharse a Madrid. El segundo "viraje" le llevó en 2008 a dejar su profesión y dedicarse desde entonces al estudio e investigación independientes, así como a la creación literaria. En el Lago Maggiore, al Norte de Italia, ha encontrado su particular paraíso este canario que habla inglés, francés e italiano, además de español.

¿Cómo surgió este segundo libro que afianza su trayectoria literaria?

Es curioso, pero escribí antes estos relatos ahora reunidos que "Comenzar de nuevo". Creo que ahora "rompo" de nuevo una línea porque este segundo libro es narrativa pura y dura. Se trata de un serie de nueve cuentos y leyendas que en algunos casos tienen que ver con Canarias y en otros son de temática universal. Lo escribí en un momento de transición personal, cuando me fui de las islas. Hay una referencia moral en cada una de las historias, independientes entre sí, aunque presentan una unidad temática. La última, que da nombre al libro, resume la idea global de que los personajes se rodean de una serie de corazas tan débiles que cuando las tocan se rompen como campanas de cristal.

¿Se considera un emigrante?

De alguna manera todos somos emigrantes en este mundo global y tenemos algo de aventureros, aunque yo tomé la decisión. En 2005 me fui a Madrid y tres años después a Europa. Tenía la necesidad de salir, había algo que me empujaba, aunque vuelvo siempre porque tengo un vínculo muy estrecho con mi tierra. Pero en ocasiones la isla es como una pequeña prisión rodeada de mar.

¿Escribe desde niño o la afición le ha llegado ya de mayor?

Escribo en serio desde hace solo unos cinco años. Fue una nueva sorpresa en mi vida porque mi relación con la literatura se reducía a algunas colaboraciones esporádicas en prensa. Un día descubrí la necesidad de escribir y me siento muy a gusto con esta afición que espero convertir con el tiempo en profesión.

Su primer libro, "Comenzar de nuevo", tuvo éxito como una especie de guía espiritual. ¿Cómo lo analiza usted?

No lo considero un libro de autoayuda ni tampoco un manual. Me gusta más definirlo como una lectura de motivación en la que siguiendo la metáfora del Camino de Santiago como nuestro peregrinar en la vida, pretendo mostrar una guía personal: el itinerario interior que deben recorrer aquellos que, como yo, apuestan por comenzar de nuevo y se ven obligados a efectuar un giro de 180 grados en sus vidas. Se trata de una lectura para tiempos de crisis, pero para cualquier crisis, global o individual, económica o espiritual. Es un libro con sugerencias prácticas que a mí me han servido para tener aliento y esperanza en los malos momentos. Algunos pasajes tienen tintes autobiográficos y otros no. Espero, en este sentido, que "Comenzar de nuevo" no deje indiferente al lector.

¿Qué piensa usted de la crisis?

Diría que las crisis son casi necesarias porque, paradójicamente, suponen una salida a una situación insostenible y a través de ellas se nos plantean otras posibilidades. Personalmente, he sido despedido dos veces del trabajo y en alguna otra ocasión la crisis llegó de forma más solapada. En todos los casos di un salto hacia adelante para bien en lo cuantitativo y en lo cualitativo. Las mayores dificultades casi siempre traen consigo la posibilidad de mejorar la situación.

¿Ha encontrado su sitio en el Piamonte italiano?

Sí, llegué allí un día y dije: este es el lugar donde quiero vivir. Tiene una energía especial que me inspira, aunque no la fuerza potente y única de otros lugares como Canarias, los monasterios o el pueblecito de Albisola Mare, en la Liguria, a orillas del Mediterráneo, donde se establecieron grandes artistas como Picasso y en el que se nota esa energía solo con pasear por sus calles y plazas.

¿Cómo ve desde la distancia los recortes presupuestarios en el sector cultural de Canarias?

Mal, pero es cierto que siempre ha sido una cultura subvencionada desde arriba, por las instituciones, y eso corta la creatividad desde las bases. Necesariamente, la crisis obligará a explorar otras vías. Al enfermo le han retirado la respiración artificial y va hacia la muerte a menos que reaccione y se salve con otro modelo. Una opción puede ser que la cultura nazca de forma espontánea y no teledirigida para recibir la subvención. La crisis volcánica de El Hierro es una metáfora de lo que ocurre en Canarias porque no se sabe cuándo, cómo ni en qué dirección va a erupcionar. Esa incertidumbre crea una situación de malestar colectivo porque se teme más lo que puede pasar que lo que realmente ocurre. Las predicciones más terribles terminan por cumplirse por la forma de actuar de la gente.

¿Qué le aconsejaría a los chicos canarios que tienen inquietudes culturales?

Que desarrollen sus ideas y las muestren en las redes sociales, una herramienta maravillosa para enseñar lo que se hace desde aquí al mundo. Es un escaparate inmenso, planetario, que les va a permitir publicitar lo que hacen y seguro que, si tiene calidad, habrá una respuesta a ese trabajo.