Las áreas tropicales o con una densa masa forestal no son las únicas capaces de combatir los efectos del cambio climático; también las zonas áridas del planeta contienen una biodiversidad que puede ser "clave" para ayudar a minimizar los efectos del calentamiento global y frenar la desertización.

Un estudio realizado por un equipo internacional de 50 investigadores y dirigido por el ecólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos I Fernando T. Maestre, y que se publica en Science, ha evaluado de forma explícita la relación entre la biodiversidad de estos ecosistemas y su utilidad o "funcionalidad".

La funcionalidad de los ecosistemas está determinada por distintos procesos que potencian o reducen la fertilidad de un suelo y que les permiten realizar funciones tales como controlar la erosión o regular el clima mediante la fijación de dióxido de carbono de la atmósfera.

Para realizar este estudio, investigadores de las Universidades Rey Juan Carlos y Pablo de Olavide (Sevilla) han analizado 224 ecosistemas naturales de dieciséis países (entre ellos España) de todos los continentes, salvo la Antártida.

De hecho, esta es una de las novedades del estudio: que está realizado a escala real, de manera global, y sin intervenir en los procesos ni alterarlos, ha explicado Fernando Maestre.

En estas zonas, y durante cinco años, los investigadores han analizado los distintos tipos de plantas, otros factores como la pendiente, el tipo de suelo o su textura, y catorce variables relacionadas con elementos esenciales para la vida como el carbono, el nitrógeno o el fósforo.

El estudio constata que los ecosistemas áridos funcionan mejor cuanto mayor es su biodiversidad y sobre todo su variedad de plantas y que, por el contrario, su funcionalidad disminuye conforme aumenta la temperatura global.

"Los resultados indican que el calentamiento global que está sufriendo el planeta disminuirá la funcionalidad de las zonas áridas, lo que repercutirá negativamente en su capacidad de producir servicios clave para el mantenimiento de la vida sobre el planeta", explica Maestre.

Por tanto, y dado que "a día de hoy no somos capaces de ponernos de acuerdo en limitar las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global", es importante saber que "podemos minimizar sus consecuencias negativas" con medidas encaminadas a conservar y restaurar la biodiversidad vegetal", concluye el investigador.

Las zonas áridas, que ocupan el 41 por ciento de la superficie terrestre y alojan al 40 por ciento de la población humana, contienen además el 20 por ciento de los principales centros de diversidad de plantas y el 30 por ciento de las principales áreas de aves endémicas.

Por todo ello, "lo que ocurra en estos ecosistemas es muy importante para la sostenibilidad del planeta porque, en contra de lo que se cree, las zonas áridas no son terrenos baldíos ni poco productivos; en absoluto. Tanto desde el punto de vista ecológico como socioeconómico, estos ecosistemas son altamente relevantes y lo que ocurra en ellos es determinante a nivel global".