1.- La muy sagaz Dulce Piñero se levantó temprano el miércoles pasado, leyó mi artículo sobre la suegra, Pedro y el zapato y trincó un gazapo. Es preciso que yo les remita al artículo de ese día, cuyo resumen final es que Pedro R. se lió con un travelo la víspera de Reyes, se lo llevó a Las Teresitas (como en los viejos tiempos), lo echó del vehículo cuando se percató del engaño, al día siguiente salió de almuerzo con su mujer y su suegra, se dio cuenta de que había un zapato de tacón en el coche, mandó a las dos mujeres a comprar cigarros y tiró el zapato -que era de su suegra y no del travelo- por la ventana. Pero yo erré en el relato. ¿Cómo salió la vieja del coche a comprar los cigarros, descalza de un pie? Dulce se dio cuenta de que eso no podía ser. Y me envía un mail, mostrando su sorpresa y su sospecha de fraude en el relato. Entonces, ¿qué hago yo? Llamo a mi informante, que me aclara. Vamos a ver, Pedro R., mientras se encaminaba a Las Lagunetas, vio el zapato asomando por debajo del sillón de su mujer. Preso del pavor, paró en La Esperanza y mandó a su santa a comprar una caja de cigarros. Pero a la vieja, no; la vieja se quedó en el coche, leyendo el periódico. Fue en ese momento cuando se deshizo de la prueba de cargo.

2.- Al llegar a Las Lagunetas, y luego de haber lanzado Pedro el zapato de su mamá política por la ventana, creyendo que pertenecía al travelo, la señora se revolvió, nerviosa, en su asiento, porque no encontraba uno de sus champorros, que se había quitado para ir más cómoda. Es decir, e informo a Dulce, que la vieja no se bajó del vehículo a comprar cigarros; sólo su hija. La otra andaba medio despistada, momento que aprovechó Pedro R. para lanzar al infinito el borceguí.

3.- Los lectores de esta mi sección -ya saben, de esta mi comunidad- son listísimos y no me pasan una. Y lo agradezco. No hay un solo día que no reciba atinados comentarios sobre lo que leen aquí. Constantemente me hacen precisiones sobre lo escrito, complementan los relatos, los comentan para bien y para mal y sonríen, se cabrean, asienten, disienten y no se cortan en manifestarlo. Y yo lo agradezco mucho porque se me hace muy aburrido escribir cada día y que nadie se dé por enterado. Así que animo a Dulce Piñero Barrera a que siga buscando mis gazapos, que algunos va a encontrar. Hay otro lector muy puntilloso, don MikelAlonzo -con zeta-, un constante discrepante, casi siempre con razón. Este señor es una enciclopedia ilustrada y tampoco me pasa una. Y eso.