El Tenerife es la viva imagen de su entrenador: correcto, educado, aplicado... y nada más. Transmite hasta un punto de melancolía, pero nada de alegría o agresividad. De ese hambre que enseñan los equipos que quieren demostrar su condición de candidato cada semana y no en las ocasiones especiales o cuando se siente obligado y empujado por su afición, poco o nada. Ni las 500 personas que se desplazaron a Gran Canaria (¡qué mérito tienen!) lograron que el gris grupo de Calderón se metiera en ese papel dominante.

Con todo, los tres puntos estuvieron a punto de viajar a la isla del Teide. Jorge Perona convirtió un penalty cometido por Roberto sobre Kitoko (85''), pero Jonay Futre empató en el último suspiro a la salida de un córner (94''). Ahí se desató la euforia local. Y también la furia de los cuatro gamberros de siempre que, escudándose en una presunta defensa de los colores amarillos, la emprendieron a insultos y botellazos hacia la zona de prensa para celebrar el no triunfo del eterno adversario. Una lástima después de más de 90 minutos de deportividad absoluta. No representan a nadie, pero dan mala imagen.

Primera parte sin dueño.- Respondió a las previsiones el partido en su primera parte. Las imprecisiones impidieron las posesiones largas y, con ello, un dominador claro. No obstante, fueron los visitantes los que llegaron con más peligro al área rival. Con una constante: las persianas se bajaban en la suerte del último pase. Y de esta forma el remate, salvo que el balón llegue en buenas condiciones, se convierte casi en un milagro.

Calderón apostó esta vez por Pablo Sicilia en el centro de la defensa, lo que desplazó a David Medina al lateral derecho. Por primera vez en la temporada, Cristóbal Juncal se quedaba fuera del equipo. Marcos Rodríguez regresó al doble pivote y, como estaba previsto, Ferrán Tacón ocupó la izquierda para que Víctor Bravo hiciera las veces de mediapunta. El matiz se produjo en el medio, donde Kitoko jugó más adelantado que su compañero. Apretar en la parcela ancha al cuadro local era el objetivo principal.

Sin último pase.- Yeray López ya advirtió de las intenciones blanquinegras con una falta que lamió el larguero de Aragoneses en los primeros compases del choque (4''). La otra ocasión del Vecindario llegó también a balón parado y repitió protagonista: Yeray sacó una falta que Amado cabeceó alto (36''). En medio, fueron los visitantes los que llevaron mayor peligro a la meta rival. Las segundas jugadas se convirtieron en opciones para los atacantes blanquiazules. Tacón aprovechó un rechace para rematar "al muñeco" en la primera aproximación peligrosa (19'').

Más tarde, Kiko Ratón remató de cabeza por encima del larguero un centro de Chechu (24''). Con los mismos artífices, el portuense no pudo dirigir bien el balón pasada la media hora. Cuando los dos equipos enfilaron el camino de los vestuarios, pocos reproches había que hacerle al Tenerife. Académicamente estuvo correcto. Y hasta con ese plus de pelea propio de los encuentros de rivalidad. ¿Pero y la velocidad? ¿La precisión? La diferencia de calidad apenas había quedado reflejada. No la exhibían los tinerfeñistas, que pronto volvieron a dar muestras de su empequeñecimiento en este aspecto. Fue Chechu, que ganó la espalda al lateral y, cuando lo tenía todo para poner un balón de gol a Kiko Ratón, lo elevó tanto que no encontró rematador (48''). Fue uno más de los numerosos centros que se fueron al limbo.

Goles sin fútbol.- El tiempo corría a favor de los grancanarios y Calderón decidió mover ficha: Aridane por Kiko Ratón. El cambio para que nada cambiara. Porque, como otras veces, no atacó el centro neurálgico del problema. Da igual qué delantero tengas en el campo si no le llega un balón en condiciones. Y es que el juego entre líneas brilla pero por su ausencia. Bravo lo intentó, pero no es lo suyo. El partido se perdía en saques de banda, faltas... y tarjetas. Todas las que Eiriz Mata no sacó en la primera mitad (hasta cinco en un cuarto de hora).

El Vecindario había logrado frenar al Tenerife y tenía el partido donde quería. De hecho, el único disparo visitante en la segunda parte fue uno de Tacón al exterior de la red y casi sin esperanzas reales de convertirlo en gol (82''). No es menos cierto que Aragoneses ni se había manchado la ropa. Pero todo cambió al final. Kitoko tuvo un arranque de rabia y, tras recuperar un balón, se adentró en el área y propició el penalty que anotó Perona (85''). Y cuando parecía que el triunfo iba a tapar de nuevo las carencias del juego blanquiazul, la cabeza de Futre (94'') recordó de un plumazo que las casualidades no se pueden dar cada semana.