QUÉ ESPERABAN. Estaba cantado que a sindicatos y patronal les bastaba la foto. Ninguna intención de dejarse torcer el brazo ante sus parroquianos; vaya farsa: sin estar dispuestos a ceder en nada es imposible alcanzar un acuerdo, el que sea. Que la reforma de la legislación laboral la imponga el Gobierno, que para eso tiene mayoría absoluta, y a esperar y luego a criticar con gusto la solución propuesta. Lamentable. Qué más tenemos que aguantar para demostrar la falta de legitimidad de unos y otros.

Y llega el ministro y se ofrece a tener listo un primer documento en dos o tres semanas con los nuevos tipos de contrato, la indemnización por despido y las mismas pamplinas que el PP criticó la legislatura pasada. Más de lo mismo: una reforma rápida para dejar las cosas como están; empieza con mal pie. Un asunto que no se resuelve con un parche, que las leyes condicionan las conductas y estas crean hábitos, y cambiar los hábitos genera desazón y, por tanto, oposición, esa que se manifiesta siempre en contra.

Creo que el problema hay que enfrentarlo de otra manera. Y me atrevo a dar ideas. Empecemos por demoler lo que hay para reconstruir otra cosa -ya veremos qué-, como el afinador de pianos, que primero lo desafina por completo. Un ejercicio tonificante dinamitar mitos y constatar su inutilidad: lo absurdo del empeño en el contrato indefinido, que no lo es, como tampoco es indefinida la propia actividad empresarial; la trampa de la indemnización por despido, que te ancla a un empleo que no te hace feliz, o el sinsentido de un subsidio de desempleo que requiere ser despedido, ¿por qué?, ¿cómo castigamos entonces a los malos empresarios si no podemos marcharnos?

El mercado laboral y el de bienes y servicios han cambiado, y tanto, y ahora ¿quiénes son los empresarios -empleadores- y quiénes los trabajadores? La sociedad gira tan rápido que invertimos los papeles: hoy tengo empleo y mañana comienzo una aventura empresarial, hoy busco trabajo y mañana busco clientes; así o a la viceversa. En esta nueva realidad global, en la que todos competimos contra todos, ¿quién representa mis intereses de prototrabajador y protoempresario, ambos bajo la piel que habito? A lo mejor piensa lo que yo, que no están enfrentados en absoluto. En las relaciones laborales el interés es mutuo y el fin el mismo. Y, llegados a este punto, que funcionen los mecanismos del libre mercado.

Estimado presidente RJ, con dos cositas sería suficiente: establezca las reglas que garanticen unos mínimos razonables y fije los procedimientos para detectar y castigar los abusos por una u otra parte. Ah, y si busca un golpe de efecto contra el paro, convoque cada tres días, a las once de la mañana en las oficinas del INEM, a los que cobran la prestación so pena de perderla.

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