Gibraltar español". Eso le ha dicho el nuevo ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, al eurodiputado Charles Tannock al final de una sesión plenaria del Parlamento europeo celebrada hace unos días en Estrasburgo. García Margallo hablaba en tono de broma. "Ya hablaremos de eso", le respondió Tannock también en clave de humor.

La realidad, conocida por todos, es que el Gobierno británico tiene muy pocas ganas de hablar sobre la devolución de Gibraltar a España, como se ha podido ver por el desarrollo de las relaciones bilaterales entre ambos países durante los últimos años. Pensamos que Gibraltar debe pertenecer a España porque geográficamente forma parte del territorio español, aunque no podemos olvidar la existencia de un acuerdo internacional, el Tratado de Utrecht, que sigue vigente en nuestros días. Gibraltar español, sí, pero también Ceuta y Melilla marroquíes. El futuro de ambas ciudades debe ser el mismo que el de Tánger: incorporarse a la soberanía marroquí. Existen, según dicen algunos, razones históricas para que España ocupe ambas plazas, pero la geografía tiene más peso que la historia.

Y si Gibraltar ha de ser español, según reitera el Gobierno de España, y Ceuta y Melilla han de ser marroquíes, según piensan, con toda la razón del mundo, las autoridades del Reino alauita, ¿por qué las Islas Canarias han de seguir como colonia española si España no tiene ningún derecho sobre ellas? ¿Es lícito, sensato, admisible y hasta moral que continuemos dependiendo de un país que nos invadió hace casi seis siglos y cometió un genocidio con nuestros antepasados los guanches? Los tribunales internacionales han juzgado varios genocidios, y condenado a sus culpables, desde el año 1946 cuando se celebró el conocido Juicio de Nuremberg contra los criminales nazis. ¿Cuándo se va a juzgar el holocausto sufrido por los primitivos habitantes de estas Islas? ¿Cuándo va a instaurarse una memoria histórica que saque del olvido la vileza sufrida por nuestros antepasados?

Existen, por lo tanto, poderosas razones históricas para desvincularnos de España. Históricas y también, para mayor abundamiento de causa, geográficas, pues estamos nada menos que a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares y a 2.000 de Madrid, la capital de la metrópoli que nos coloniza. De igual forma, no podemos olvidar las razones económicas y sociales. En contra de lo que nos han hecho creer los españoles para narcotizarnos con el miedo a la libertad, no necesitamos seguir encadenados colonialmente a España para subsistir como pueblo. Al contrario: libres del saqueo que metódicamente sufrimos a manos de la Hacienda española, y dueños por completo de nuestros recursos, viviríamos muchísimo mejor que en la actualidad. No veríamos a nuestros compatriotas en las colas del hambre -¡qué vergüenza!- ni nuestros niños menos favorecidos tendrían que comer mendrugos de pan duro mientras los españoles alimentan muy bien a sus hijos con lo que roban en nuestra tierra. ¿Es esto justo o, por el contrario, estamos ante un crimen que clama al cielo? No dejes que te sigan engañando, canario: como ciudadano de una nación con su Estado, gobernado por hombres y mujeres de tu tierra -hombres y mujeres inteligentes y capacitados, en vez de los necios y necias políticos actuales que nos están llevando a la ruina total-, dueño de los recursos actuales y potenciales de tu Archipiélago, dueño de tu tierra, tu cielo y tu mar, y beneficiario directo y único de los derechos de paso, podrías vivir como los habitantes de los países más ricos del mundo. Esa es la auténtica verdad; una verdad que te ocultan los españoles para seguir mamando de la teta canaria.

Queda una razón importantísima para que alcancemos la independencia y lo hagamos, además, cuanto antes: Marruecos. Estamos a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares, como acabamos de decir, pero solo a 96 de Marruecos. La primera visita que ha hecho Mariano Rajoy como presidente del Gobierno ha sido a Rabat. Dice que de esa forma mantiene la tradición. Sin embargo, existe un motivo menos confesable para que cualquier mandatario español corra a presentarle sus respetos al rey alauita apenas es investido. Ese motivo es el miedo. El Gobierno de Madrid sabe que en un enfrentamiento con Marruecos tiene todas las de perder. Sería derrotado por su vecino del sur tanto en el terreno político como en el diplomático, pues no en vano Marruecos tiene los mejores diplomáticos de occidente. Hasta en el caso de un improbable enfrentamiento militar, la ventaja estaría del bando marroquí pues ese país cuenta con potentes aliados y el Ejército español, aunque noble y disciplinado, ha sido disminuido y desmoralizado por los nefastos gobiernos de Zapatero.

Estas son las poderosas razones por las que Rajoy ha evitado hablar de Ceuta y Melilla en su reciente viaje a Marruecos. Ambas posesiones españolas serán las primeras en pasar a la soberanía de Mohamed VI, que es lo que legalmente corresponde de acuerdo con el Derecho internacional. La historia reciente nos da la razón, pues no en vano dijo en su momento Felipe González, cuando era presidente del Gobierno, que si cedía Ceuta y Melilla, al día siguiente tendría que sentarse a negociar la soberanía de Canarias. Y es que no podemos olvidar que no somos un archipiélago oceánico, como es el caso de Azores o Madeira, sino un archipiélago costero situado, como también acabamos de decir, a menos de cien kilómetros del territorio marroquí. La única alternativa para evitar esta anexión por parte del Gobierno de Rabat -que puede reclamar Canarias en cualquier momento, como lo hace desde siempre con Ceuta y Melilla, y contaría en su reivindicación con el apoyo de la comunidad internacional- la única vía, repetimos, que nos queda para no ser marroquíes de la noche a la mañana es alcanzar nuestra propia soberanía nacional.

INSISTIMOS, la única vía que nos queda para no ser marroquíes de la noche a la mañana es alcanzar nuestra propia soberanía nacional. Para ello es preciso desarrollar acciones políticas contundentes. Acciones pacíficas -siempre detestaremos la violencia, venga de donde venga y sea cual sea su objetivo-, pero enérgicas. Iniciativas que tienen que salir de unos partidos políticos nacionalistas que aspiren a la libertad de su pueblo. En Canarias tenemos a esos políticos patriotas, pero no están en el Parlamento, ni en otras instituciones, debido a una ley electoral injusta. En cuanto a CC, el nacionalismo que practica es falso. Lo hemos dicho numerosas veces pero no nos cansaremos de repetirlo: si CC no se desprende de los necios y déspotas políticos que tiene en sus filas, empezando por Paulino Rivero que es el más pernicioso y torpe, políticamente hablando, de todos ellos, está condenada a desaparecer. No hay más que ver los resultados de las últimas elecciones. La quícara Oramas se ha quedado sola en Madrid, pues Pedro Quevedo no es un diputado de CC sino de Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria; un partido claramente de la tercera isla, de la que ha sido borrada CC pese a las múltiples, absurdas e injustificadas concesiones que Paulino Rivero, y otros traidores políticos a Tenerife, le han hecho a los dirigentes canariones. Solo con una reconducción ideológica hacia postulados independentistas puede CC sobrevivir como partido. Adoptando la soberanía de estas Islas como un objetivo irrenunciable pueden los nacionalistas, ya sin el nefasto Paulino Rivero en sus filas, redimir sus errores actuales y hacer algo grande por Canarias, de hacer por un pueblo es conseguir su libertad, su dignidad y su identidad. Estamos en una encrucijada de nuestra historia; estamos ante la disyuntiva de ser canarios o de convertirnos para siempre en ciudadanos de un país, Marruecos, al que respetamos y admiramos, y bajo cuya administración estaríamos mejor que con España, pero no es nuestro país.

Nadie debería asustarse de las palabras independencia y soberanía porque son muy nobles y las desean todos los pueblos. Son dos palabras benditas de Dios.