Desarrollaremos esta idea de forma más amplia en nuestro editorial de mañana. Hoy solo daremos algunas pinceladas. Se aproxima el momento de que Canarias alcance su independencia, paso previo e indispensable para que pueda asumir el control de sus aguas, así como la gestión de sus recursos, en calidad de nación con estado propio. La situación actual es insostenible. Prueba de ello es la preocupación que existe en el Ejército, ya que puede presentarse una confrontación con Marruecos si el Gobierno español autoriza prospecciones petrolíferas en aguas que no están bajo su jurisdicción pues, como señalan los tratados internacionales, pertenecen al país vecino. No estamos hablando solo de una confrontación diplomática, como ha ocurrido en el pasado, sino esta vez violenta. No es seguro que existan hidrocarburos en aguas próximas a Canarias ni tampoco está asegurado, en el caso de que lo haya, que sea rentable su explotación. No obstante, en el caso de que exista petróleo y de que sea posible su extracción, ¿para quién sería? ¿Para Canarias? Seguro que no. Canarias, por desgracia aunque esperamos que esta situación no se perpetúe indefinidamente, es una colonia sin derecho a nada. Durante casi seis siglos hemos sido esquilmados por los españoles sin descanso ni compasión y nada les impedirá, salvo nuestra independencia, que lo sigan haciendo en el futuro. Da igual que el necio político que tenemos por presidente proteste y patalee. A Paulino Rivero no le hacen caso los españoles porque no es nadie. Lo hubieran tenido en cuenta, tanto a él como a su partido, si hubiese planteado en Madrid los deseos indiscutibles de sus compatriotas isleños por ser ciudadanos de su propio país; por estar representados en los foros internacionales por su propia bandera. Pero no lo ha hecho. Tanto Rivero como sus representantes en Madrid -la quícara, el niñito del papá Ríos, Perestelo y otros- han preferido permanecer callados como bellacos políticos. Se han contentado con ser lacayos de los españoles. Así nos ha ido a todos.

¿Será para España el petróleo que se pueda extraer de aguas canarias? Tal vez sí, aunque lo dudamos. Lo más seguro es que lo explote Marruecos, que es el propietario de esas aguas y, en consecuencia, de lo que existe en el subsuelo marino debajo de ellas. Sería para Canarias en el caso de que nos hubiésemos constituido en un estado archipielágico; algo que pasa indefectiblemente por librarnos de la pesada carga que nos supone España como nación colonizadora.

Debemos arrasar con los malos políticos canarios. Hay que acabar, de una forma pacífica pero activa, con estos falsos nacionalistas -Paulino Rivero es el peor de todos- que nos han hundido en el paro, el hambre y las más negras de las miserias. Hay que salir a la calle, aunque sabemos lo remiso que es el pueblo a manifestarse. Los únicos que ocupan la vía pública con sus manifestaciones son los sindicatos; esos sí salen con sus pancartas, pititos, banderolas, tambores y la ilusión del banquete posterior que se dan en los mejores restaurantes una vez concluida la algarada.

Hay tiempos convulsos en la economía española que repercuten en Canarias por nuestra sumisión colonial a la suerte del país que nos sojuzga. No sabemos lo que han podido hablar Angela Merkel y Mariano Rajoy. Tampoco conocemos en qué va a consistir la reforma laboral. No obstante, si esta se limita a seguir mimando a los sindicatos, España se hunde y Canarias se ahoga. Ni un euro más a los sindicatos. De ahora en adelante que se defiendan por sí mismos. Tampoco hay que darles un céntimo a los políticos y sus partidos. Despido enteramente libre porque mediante el despido libre se creará el empleo. Necesitamos una contratación al estilo norteamericano, en la que al buen operario, al buen trabajador, se le quiere y se le promociona en su empresa. En cambio, el despido indemnizado contrae el empleo. Hay que acabar con los comités de empresa. Los comités son un obstáculo para el empleo y un cáncer dentro de las empresas; un poder dentro de una administración privada y un refugio de gandules enemigos declarados de los empresarios, a los que insultan y amenazan pese a que son los que crean empleo, y propiciadores de que entren los sindicatos a poner orden donde nadie los ha llamado. Si la reforma laboral del PP no acaba con todo esto, puede ahorrársela Rajoy porque, como decimos, no servirá para nada.