DICE EL REFRANERO popular: "buen podador, buen viñador". Comentaremos de forma general las particularidades de la técnica de la poda que en estas fechas nos lleva de nuevo al viñedo. La vid es una planta trepadora. Si la dejáramos crecer libremente, su tronco tendría un gran desarrollo y gracias a sus zarcillos, se prolongaría desmesuradamente aprovechando cualquier punto de apoyo que encontrara. Es por ello que el viticultor debe recurrir a la poda para ir organizando de manera controlada el desarrollo.

Esta técnica influye de forma decisiva tanto en la cantidad como en la calidad del rendimiento. Dicha operación se lleva a cabo en invierno cuando la planta se encuentra en reposo vegetativo, sin hojas ni racimos, con sus sarmientos duros y secos. Evitamos así que se produzca una pérdida excesiva de savia. Es necesario calcular el número de yemas que se dejen en la planta, ya que de ellas surgirán los nuevos brotes.

Si analizamos los diferentes sistemas encontraríamos: a) poda corta, cuando los sarmientos se podan a 2 ó 3 yemas, denominándose pulgares. b) poda larga, cuando los sarmientos se podan a más de 4 yemas, dando origen a las varas o uveros. c) poda mixta, cuando sobre la misma cepa se aplica la poda corta y la poda larga.

Basta con observar a nuestro alrededor los diferentes paisajes vitícolas que ofrece nuestro archipiélago y apreciaremos cómo en cada comarca aún perduran sistemas propios y originales de conducción de las parras de viña. Encontramos los cordones trenzados de La Orotava, que como bien describió un romántico por los meses de invierno, "parecían cabelleras ondeantes al viento". Hacia la isla baja, bordeando los lindes de las fincas se sitúan los parrales. Por la zona sur, en el viñedo más alto de España, en Vilaflor, el sistema de conducción en vaso, para llegar a la zona norte donde se visualizan los antiquísimos parrales bajos desmontables, sostenidos por horquetas de monte. Si cambiamos de isla, en Lanzarote existe uno de las postales vitícolas más originales y atractivas del mundo, las perforaciones en la lava volcánica con el fin de encontrar suelo fértil y a su vez rodeado por un muro de piedra que protege del viento. Laderas inclinadas en el Hierro y La Palma, bancales arriesgados en La Gomera, sobre el picón en Gran Canaria.... Sin duda, todo un paraíso vitícola.

¡Salud!