Ni el taimado Juan Fernando López Aguilar, ni el líder gay Pedro Zerolo rascaron bola en el congreso socialista de Sevilla. Iban con Carmen Chacón.

No obstante, el resultado deja vivas a las huestes de José Miguel Pérez y, por tanto, se admite la posibilidad de que el actual pacto de Gobierno -con Coalición Canaria- siga adelante. ¿Por cuánto tiempo? No somos adivinos. Hasta que el pueblo aguante. El doliente pueblo canario.

Con Chacón en la secretaría general, sin embargo, había un peligro: que los Santiago Pérez, Corrales y demás parentela volvieran al PSOE, para acabarlo de hundir. No se dará esa circunstancia. Seguirán en sus partidos residuales, dando el coñazo.

La gente de José Miguel Pérez votó a Rubalcaba. Era la consigna. No sé si hubo fugas, muchas o pocas, ni me interesa. Pero el aparato estuvo con el viejo zorro. Era la postura oficial. El congreso socialista de la Isla de La Cartuja sevillana sirvió para constatar la profunda división que existe en el PSOE. Algunos cronistas políticos parecen de acuerdo en que triunfó la política sobre la mercadotecnia. No hace mucho, Chacón estaba con las tesis catalanas; luego se hizo españolista. Estas cosas pasan cuando por medio está la posibilidad de gobernar un partido.

Pero un puñado de votos de ventaja, una veintena, no le dan margen a Rubalcaba para discriminar a la otra España que no le apoyó. Deberá integrar. De momento, parece que Patxi López, el lendakari vasco, será su delfín. Es muy pronto para designar delfines cuando acaba de ser elegido responsable del destartalado PSOE, habiendo perdido, además, las elecciones con el PP y por mayoría absoluta. A "Fredi el químico" no le va a ser nada fácil reunificar un partido al garete. Deberá hacer consenso.

Como hacer oposición al PP es tarea de titanes, Rubalcaba se va a centrar, muy probablemente, en el partido. La lucha con Chacón fue a navajazos, por muchos besos y abrazos que se despacharan en la hora final de la votación. Hay fractura socialista y cerrar estas heridas va a costar mucho.

Y si López Aguilar quería regresar a Canarias a ejercer el lamentable virreinato -sobre todo el policial- anterior, su gozo en un pozo. Rubalcaba lo quiere en Bruselas; y cuanto más lejos, mejor. Otro menos.

Tampoco Pedro Zerolo eligió ganador. El líder gay, tinerfeño y entusiasta, falló. Ya ha conseguido bastante: ha logrado casar a los homosexuales, aunque no se sabe si el PP va a derogar esta ley o la va a mantener. Porque el PP tiene en sus manos una segadora: se carga Educación para la Ciudadanía, alarga el bachillerato, recorta los sueldos a los banqueros. Queda la reforma laboral, que es la madre de todas las batallas. Será después de lo de Andalucía, en cuyas encuestas ya saca al PSOE 12,5 puntos. Casi nada el rodillo.