La mitad de la población gitana es obesa debido a que asocian la gordura con un "mayor poderío", según el estudio iniciado por una bióloga de la Universidad del País Vasco, que advierte de los graves riesgos y problemas de salud que genera la "cultura obesogénica" en esta etnia.

La investigadora Esther Rebato, presidenta de la Sociedad Española de Antropología Física, ha estudiado hasta ahora los comportamientos de más de 50 familias gitanas, que agrupan a unos 380 individuos, y ha descubierto que la prevalencia de la obesidad es de "más del 50 por ciento", frente al 15 o 20 por ciento de la población general.

También ha constatado que la obesidad en los gitanos afecta por igual a hombres y mujeres, y es además de tipo central o abdominal.

Tras encuestar a estas familias sobre sus hábitos alimenticios, su percepción sobre la imagen y tomarles medidas antropométricas, la tensión arterial y muestras de saliva, esta profesora del Departamento de Genética y Antropología Física de la Universidad del País Vasco (UPV) concluye que este fenómeno responde a una "cultura de la obesidad".

"Cuando las poblaciones que no han tenido mucho poder acceden a los alimentos, el poderío se demuestra mediante niños más orondos. Además, hay una concepción de los hombres de que les gustan las mujeres hermosas, parece un símbolo de fertilidad", explica la investigadora en una nota de prensa.

Todo ello ha llevado a los gitanos a una "cultura obesogénica" que les induce a comer alimentos más baratos y más grasos, lo que tiene graves consecuencias para la salud.

La investigadora ha descubierto que algunos de los niños de familias gitanas que participan en su estudio son ya hipertensos y muchas mujeres podrían tener problemas de diabetes o de corazón en la época posmenopáusica.

Además, esta obesidad de tipo abdominal es especialmente peligrosa en los hombres ya que está ligada a la enfermedad cardiovascular y a la diabetes, precisa el estudio, en el que colabora la asociación gitana "Kale Dor Kayiko" y el endrocrino del Hospital de Basurto (Bizkaia) Fernando Goñi.

A la vista de estas primeras conclusiones, Esther Rebato y sus colegas se han comprometido a informar a las familias sometidas a estudio con el fin de advertirles de sus malos hábitos y proponerles algunos cambios.

"No queremos quitarles su cultura culinaria, pero, por ejemplo, les decimos que cocinen con menos grasa y que caminen un poco más. Hay que informarles para que sepan cómo utilizar los alimentos y para que puedan modificar su modo de vida, sin perder su esencia. Y desde luego, hay que explicarles que hay desigualdades de salud", ha comentado Rebato.

El estudio, que comenzó el año pasado y concluirá en 2013, tiene según esta investigadora "un largo recorrido" por delante, aunque las primeras conclusiones ya han sido presentadas en el Congreso de la Sociedad Europea para la Ética de la Agricultura y la Alimentación (EurSafe), celebrado el año pasado en Bilbao.

La profesora vasca, galardonada con la prestigiosa medalla académica Alex Hrdlièka de la República Checa, continuará este año con su proyecto, que fue financiado por el antiguo Ministerio de Ciencia e Innovación.