Minutos antes de iniciar la entrevista recibió la noticia de que Planeta Prácticos sacaba una tercera edición de "La dieta flash", el libro escrito por el doctor Manuel Jiménez Ucero que ayer por la tarde se presentó en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés. "Una persona no puede vivir con un libro de dieta en una mano y un plato en la otra", aclara el especialista en Medicina Social y del Trabajo y en Pediatría y Puericultura. "Perder dos o tres kilitos para lucir bien el bikini se puede lograr con cualquier dieta, pero quitarse de encima un problema de salud es mucho más difícil", añade Jiménez Ucero.

¿Qué papel puede jugar la literatura a la hora de potenciar las dietas para perder peso?

El tema de las dietas es un recurso que siempre tiene éxito porque es un problema social que interesa a mucha gente con graves problemas de sobrepeso. A partir de ahí, hay que crear unos instrumentos útiles, rápidos y que no generen hambre, pero además detrás de una de esas dietas tiene que estar un profesional que controle todo este proceso para intentar atenuar los problemas que puedan aparecer. Lo realmente importante no es llegar a perder los kilos que te sobran, sino conseguir comer con orden; algo que no solemos hacer bien.

¿Hay tantas dietas como géneros literarios?

No, hay más (sonríe). Cuando me puse en contacto con Planeta para contarles que "La dieta flash" iba a ser un éxito me miraron con unas caras muy raras. Entonces, creí que aquella situación era normal porque la Dukan había sido como un tsunami que lo había arrasado todo. Esto no es una dieta de moda, no es una dieta milagro, no tiene nada que ver con el método Atkin, Montignac, Lagerfeld, Dukan o, más recientemente, Cohen; no Leonard Cohen el músico, sino Jean-Michel Cohen, que ya lo tenemos hasta en la sopa... Esas dietas son redundantes y viven instaladas en unos procedimientos bastante rutinarios, pero solo tienen cuatro pinceladas de originalidad. En este país hacía falta una guía de apoyo porque en estos momentos hay más de cien mil personas que siguen una dieta proteinada con el soporte de un profesional. El gran problema de las dietas milagrosas es no saber dónde está el profesional que las controla.

¿Y después de la dieta qué?

El efecto rebote es uno de los grandes inconvenientes de una dieta. Y es que nueve de cada diez personas fracasan debido a un desorden alimenticio, una situación de abandonismo o porque una persona no puede vivir con un libro de dieta en una mano y un plato en la otra. Quitarse de encima un problema que afecta a su salud -que sus rodillas crepitan al subir una escalera o una anomalía en su corazón que no puede ser corregida por un cardiólogo- no es tan sencillo como leerse el capítulo de un libro. Hay que tener un espíritu de sacrificio considerable y, sobre todo, elegir bien lo que se come para obtener los resultados deseados.

¿Dónde está el secreto de la fórmula nutricional que explica en su libro para mantener la línea?

"Flash" significa rapidez. Ésta es una dieta muy rápida, pero es una dieta muy rápida porque se reduce muchísimo lo que engorda y no se toca lo que mantiene fuerte a una persona, es decir, la dosis necesaria y suficiente de proteínas. Además, pone a disposición de los que siguen estos consejos nutricionales a un experto para que no reboten y para que no tengan molestias mientras se encuentran realizando una dieta tan estricta. Mi consejo es que no se pueden hacer las cosas por tu cuenta, a lo bruto y durante el tiempo que quieras. Al final del libro he puesto mi correo electrónico para recibir las preguntas de los lectores que sienten desánimo durante esta dieta, las dudas de los que siguen adelante con ellas o las sensaciones de los que han culminado su objetivo. En definitiva, lo que procuro es que estas personas se sientan apoyadas porque no hay dos seres humanos iguales y tampoco hay dos dietas que den el mismo resultado.

¿Entonces, lo más aconsejable es leer primero el libro y ponerse en marcha con "La dieta flash"?

Menos comérselo, con él se pueden hacer muchas cosas... El libro se puede leer de varias maneras, pero lo recomendable es echarle un vistazo al índice porque intencionadamente yo he querido romper el libro a la mitad incluyendo cien recetas de las que son útiles en las fases de control de la dieta. Esta dieta no me pertenece porque yo no la inventé. Esto se descubrió hace 35 años en Harvard (Boston) y el padre, o el abuelo, de la fórmula fue el doctor Blackboard, quien se preguntó ¿cuánta proteína le tenemos que dar a un ciudadano para que no pierda masa muscular cuando le estamos eliminando todo lo demás? Eso es lo importante; quitar lo que sobra, no de lo que no sobra... Eso es lo que no hacen aquellas dietas que te dicen que pon esto y comiendo de todo vas a llegar al peso que deseas. No seremos un fenómeno editorial como lo fue Dukan, pero sí un libro con mucha vida por delante.

¿De sus palabras se deduce que una parte crucial del problema está vinculado con unos hábitos alimenticios incorrectos?

Sí, porque casi nadie refuerza lo que hay que hacer una vez se consiga el objetivo fijado. A los niños les enseñan ciudadanía, pero no a comer bien y con orden... En las escuelas se enseñan muchas tonterías, pero nadie se molesta en la reeducación de las conductas alimenticias de un alumno. Nadie nos enseña cómo tenemos que comer, que es algo parecido a cómo conservar en buen estado el coche que nos tiene que llevar a lo largo de nuestra vida: ese coche es nuestro organismo y lamentablemente no le prestamos mucha atención hasta que detectamos una avería.

En todo este proceso es inevitable hablar de unos efectos secundarios, ¿no?

Cualquier dieta es buena si además de los consejos para bajar se tiene cerca a un profesional que controle el proceso, pero eso no suele ser el comportamiento habitual y ahí es cuando aparecen los problemas.