TRABAJO DE SUMILLER porque es mi hobby.
Conocer el mundo de la cerveza, por ejemplo. Siempre me vienen a la memoria esas cervezas que tiran con maestría en Madrid con su punto óptimo de espuma, "el tapón", como dicen los maestros cerveceros, para que no se les pierda el gas carbónico.
¿Quién no aprecia una caña bien tirada? Es algo diferente, un placer.
Luego vienen todas esas especialidades: cervezas trapenses, las negras... y esas lager beer fantásticas.
Para qué decir el vino. El mundo de los caldos, una manifestación natural y donde sabes que cada botella, cada añada, va a ser diferente. Algo vivo, cuyo comportamiento y características no se pueden controlar al cien por cien. Me parece extraordinario.
Ya en los destilados, coñac, armañac, brandies, ginebras y mi "obsesión" particular por el whisky, ese mundo tan interesante que en una botella puede encontrar historia, amor, cultura, principios..., hasta la economía de un país esta "dentro" sabiamente embotellada.
Y los vinos finos (Jerez, Manzanilla, px, oloroso, amontillado, quizá los mejores vinos del mundo en su estilo). Dentro de su velo de flor brota arte natural. Los oportos, un vintage de 30 años, jarreado o decantado: ¡qué maravilla! (y solo por 30 euros la botella, un euro por año).
Me falta la cocina. ¿Qué puedo decir? Me crié en una familia de campesinos y me puse en contacto con la agricultura ecológica durante años; regué hortalizas con agua de manantial y, con los años, con la de pantano, por lo que pude comprobar las diferencias. Crié animales solo con pasto, puro pasto y "el sistema" me llevó a hacerlo con piensos.
Y al llegar a esta Isla comprendí la diferencia que hay entre un pescado fresco y un pescado de playa. Como con el agua y el pasto en los que encontré la diferencia en el producto final.
Siempre está el placer de mi trabajo en mi mente y, si tengo algún día malo, procuro tener algún puro a mano. Si puede ser, un habano y, cómo no, de vuelta abajo. O algo más suave: un dominicano. Y si se busca aroma, un palmero de capa Caldera.