PREMIARON un documental sobre Garzón en los Goya, con aplausos y silencios entre los asistentes. La llamada progresía reconoce así al exjuez que cometió, según el instructor del Tribunal Supremo, un delito de cohecho impropio, salvado por la campana de la prescripción. Es decir, cometió el mismo delito del que se acusaba al presidente valenciano Francisco Camps, absuelto por un jurado popular.

La progresía arrastra despistes notorios y me parece muy mal que se politice un premio. Garzón, por decisión unánime del Tribual Supremo, está apartado de la carrera judicial, por un hecho tan grave como ordenar, sin deber hacerlo, grabar en prisión conversaciones entre detenidos y abogados, vulnerando el derecho de defensa de una manera flagrante. A ver si los de los aplausos en los Goya premiarían un documental sobre el exjuez si un caso afectara a la piel que habitan.

Se trata de uno de los últimos episodios del exjuez, que ha sido denunciado por el Colegio de Abogados de Ecuador por cobrar por asesorar al país sobre justicia, sin trabajar. Los jueces estrella empiezan a convertirse en cometas fugaces y a descender del espacio sideral. Ya está bien de convertir en un circo los procedimientos y de apuntarse a todos los bombardeos. A Garzón se le ha acabado el cuento, aunque la progresía de los Goya le haya dedicado el último aplauso. Este es un país de desmemoriados que pronto olvidarán al exjuez, que ahora ganará mucho más dinero impartiendo conferencias por ahí, aunque ya sin cartitas pidiendo pasta al querido Emilio.

Garzón quería ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. El cuento le duró demasiado tiempo. Se creía dueño y señor de la justicia. Instruía mal y pensó que tenía patente de gran corregidor. Afortunadamente, el Estado de Derecho existe. Y la justicia, con sus tremendos fallos, tiene recursos para regenerarse. Lo ha hecho el Tribunal Supremo, colocando a este hombre en su sitio; es decir, fuera de la carrera judicial. Por prevaricador.

Un juez mediático, aplaudido en los Goya. Es el final del espectáculo. El ministro Wert, que asistía, no aplaudió, ni muchos de los asistentes, las palabras de la directora del documental sobre Garzón. ¿Quién sos tú para realizar juicios de valor político en un certamen en el que se premia el arte? Los compromisos hay que dejarlos para otros escenarios. Garzón era el juez que veía amanecer. Hubiera dado un buen actor. Y, entonces, a lo mejor el Goya que recibió José Coronado se lo hubiesen dado a él. ¿Era un juez o era una estrella? Por que las dos cosas son -o deben ser- incompatibles.