AHORA que estamos en pleno Carnaval, donde proliferan los disfraces de piratas por ser un tanto socorridos, puesto que lo más costoso es comprar el loro, el sable, el garfio y el pistolón, todos de plástico, además del parche del ojo; mientras que lo demás se obtiene del baúl de las ropas desechadas, no hay duda, por lo tanto, de que en el gobierno que preside Rajoy, y en todos los gobiernos autonómicos y locales, se ha expandido el grito de: ¡al abordaje! Y como prueba no solo tenemos el polémico "decretazo" laboral, que cuestiona la supervivencia de los millones de trabajadores que aún cotizan y pagan sus impuestos, sino que las haciendas nacionales, autonómicas y municipales, sable en mano, han endurecido sus políticas recaudatorias no dejando títere (ciudadano) con cabeza. Y para ello emplean métodos diversos como el alza de las referencias catastrales y las contribuciones, revalorizando en exceso los inmuebles antiguos heredados mediante el oneroso Impuesto de Sucesiones a los que aún penden de su voracidad, así como incrementando el coste de todos los servicios municipales. Tampoco nos olvidamos del filón que supone para estos el endurecimiento de las multas de tráfico y de otra índole, dando la consigna a los sancionadores (guindillas) de aplicar las tarifas máximas permitidas. Que se lo digan, si no, al edil Bermúdez y a su reciente orden de caza y captura. Vamos que ni "Barbanegra" en sus mejores tiempos.

Pero no acaban aquí las cuitas de los contribuyentes, porque en este mes de febrero, y con carácter retroactivo de primero de año, vendrá el detrimento del IRPF en todas las nóminas cautivas. Y por si fuera poco, en las Islas, sin transportes alternativos, el incremento del precio del petróleo nos va a acogotar aún más a la hora de acudir a la gasolinera a llenar el depósito de nuestro vehículo. Y no digamos nada de la reacción de los transportistas y cooperativas de autotaxis, que pondrán el grito en el cielo reclamando un aumento de las tarifas y de los taxímetros. Razón tienen los feriantes que han acudido a Santa Cruz en busca de la clientela temporal de las carnestolendas, que se quejan de la merma ganancial respecto de años anteriores. O lo que es lo mismo, mucha gente en las calles, pero pocos consumiendo los brebajes de garrafón y las viandas descongeladas. Por el contrario, los supermercados han conseguido vender como nunca gran parte de sus existencias alcohólicas, que ahora conforman las improvisadas mochilas ambulantes de los carnavaleros, individuales o colectivos. Y que conste que no voy a hablar del declive de los recursos sanitarios, farmacéuticos, educativos o sociales, porque el pergamino de quejas se haría interminable y estamos obligados, aunque sea para ahuyentar temporalmente todos estos males, a tener un mínimo de diversión, o de relax en el campo o la playa, llevándose el bocata y el refresco (porque si ingerimos vino, soplada y multa), que la cosa no está tampoco como para muchos restaurantes. Todo lo más para una ruta de la tapa y baratita.

Significativas, pese a haber sido un domingo en plena festividad, han sido las respuestas de la ciudadanía ante la máxima de "sostenella y no enmendalla" del Gobierno central, pues mucho me temo que de su encuentro con los sindicatos para matizar la dureza de las medidas laborales, especialmente las que atañen a la inseguridad de los despidos objetivos, poco o nada se va a lograr. Si acaso mediante la reclamación al Tribunal Constitucional, siempre que este no esté dominado por los poderes políticos, y no hace falta decir quién tiene ahora la mayoría parlamentaria, y por tanto la llave de nuestras incertidumbres y desvelos. El caso es que, a juzgar por lo acontecido y por acontecer, además de las declaraciones gubernamentales sobre la permanencia de la recesión, la impresión que cala en el ciudadano de a pie es que este descomunal montaje solo está orientado a cuadrar en lo posible las cuentas del Estado, favorecer a la patronal y contentar al dúo Merkel-Sarkozy para no caer en una operación de rescate dinerario. Algo que no va a ocurrir con la banca española, pendiente de aportes financieros del Estado y sin aplicar tampoco la necesaria reforma que sirviera para relanzar la paralizada economía nacional.

Sin pretender ser catastrofista por todo lo dicho, y por lo mucho callado, mucho me temo que el futuro de las pensiones y los pensionistas va a estar en entredicho a este ritmo decreciente de cotizaciones, y todo apunta a un declive de los logros públicos en beneficio de los privados. Algo que minimizará el bienestar y la paz social en un Estado libre y moderno.

Por todo lo expuesto, dígannos si no es menester, aunque sea por unas horas o días, enjaretarse cualquier disfraz y salir, mochila al hombro, a correr los Carnavales. Que ya se ocuparán los piratas políticos de turno de aprestarse para el abordaje y arrebatarnos las últimas pertenencias para incrementar el botín de los botines.