LE ABREN un micrófono, en Radio Nacional de España, a una señora que ha participado en las manifestaciones de Valencia. "Es que la policía me exigía que le mostrara el carnet de identidad". Nada más lejos de mi intención defender a la policía, sea la del país que sea. Hace muchos años me dijo un colega, entonces superior jerárquico, "líbrenos Dios de caer en manos de la policía en cualquier parte del mundo". No le faltaba razón. Sin embargo, no creo que ningún paisano, salvo que sea un redomado delincuente, quiera vivir en un mundo sin policías. ¿Y si un agente de orden público no puede identificar a una persona que va por la calle, no ya en zona y horas de disturbios, sino en cualquier lugar, qué es lo que puede hacer? Pero sigamos.

Líbrenos Dios también de la Justicia. Esto nunca me lo ha dicho nadie en concreto, pero se lo he oído decir a muchas personas, que se han tornado en anónimas con el paso del tiempo y sus inevitables puyazos a la memoria, desde que tengo uso de razón. Juicios tengas y los ganes, dice el refrán popular. Como también dice que es mejor un mal acuerdo que un buen pleito. No obstante, puestos de nuevo en la tesitura de elegir, no parece demasiado aconsejable optar por un mundo sin tribunales y, en consecuencia, sin Justicia. Una justicia que, como muchas otras cosas en nuestra vida, está jerarquizada. Dejando a un lado el Tribunal Constitucional, que no debería ni existir según criterio de renombrados juristas, en la cúpula de nuestro sistema judicial se encuentra el Tribunal Supremo. Sobra recordar cual ha sido la condena recibida por Baltasar Garzón dictada, unánimemente, por siete magistrados de este alto tribunal. ¿Por qué sigue diciendo por ahí este convicto que mientras le queden fuerzas va a luchar por todo aquello que considera necesario para la sociedad moderna, como es más justicia, más protección, más seguridad, más defensa de las víctimas, más compromiso frente al crimen organizado y la corrupción y más lucha por los derechos? Salvo que se refiera a su propia justicia, a la que le conviene a él, esto se me antoja un disparate todavía mayor que el hecho, en absoluto trivial, de que un policía no le pueda pedir el carnet de identidad a alguien. Aunque no acaban aquí los despropósitos que nos rodean.

"Mi Gobierno no venderá los intereses de Canarias por las migajas del petróleo", ha dicho hace un par de días Paulino Rivero sin despeinarse. Motivo más que sobrado para que el editorial de este periódico calificase ayer de político cínico al presidente del Ejecutivo regional. Calificativo, y lo siento por si voy a tener que seguir esperando para que me inviten a un café -algunos no se han enterado de que no me gusta el café y de que tampoco suelo permitir que me inviten a nada-, que se me antoja un tanto moderado. Si a Garzón hay que preguntarle a qué Justicia se refiere, el señor Rivero debería explicar de qué intereses habla. ¿De los suyos, de los que conciernen a su partido o, por casualidad y sin que sirva de precedente, de los intereses que afectan a los canarios, incluidos los 340.000 que siguen sin trabajo? Sea cual sea el caso, qué esperpento más grande.

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