Dos militares estadounidenses murieron ayer tiroteados por un supuesto talibán dentro de la sede del Ministerio afgano del Interior, en una nueva jornada de violencia y protestas por la quema de ejemplares del Corán en la base de Bagram, la mayor de las utilizadas por EEUU en Afganistán.

Tras horas de especulaciones, el jefe de la misión de la OTAN en Afganistán, John Allen, reconoció que se había visto obligado a replegar a raíz del hecho, "por razones obvias de protección", a todo su personal presente en Ministerios de Kabul.

"Estamos investigando el crimen y seguiremos todas las pistas para encontrar a la persona responsable. El agresor es un cobarde y sus acciones no quedarán sin respuesta", afirmó Allen en un comunicado.

La misión de la OTAN en Afganistán (ISAF) emitió un escueto comunicado previo en el que había reconocido que un "individuo dirigió su arma" contra miembros de la Alianza en Kabul, y que "mató a dos de ellos".

Medios locales afirmaron que los dos fallecidos son un mayor y un coronel del Ejército de EEUU, y también que en algún momento se produjo una "discusión verbal" entre las víctimas y el agresor, aunque no llegaron a identificar sus fuentes. "La identidad del agresor aún no está clara", aseguró el jefe de la brigada criminal de Kabul, Mohamed Zahir.

Del ataque se responsabilizaron, sin embargo, horas después los talibanes, que lo atribuyeron en un comunicado a un terrorista suicida llamado Abdul Rahman y dijeron haber matado a "cuatro altos consejeros estadounidenses" dentro del Ministerio. "Esto ha sido una venganza contra la quema del Corán por parte de los invasores en la base militar de Bagram", afirmaron en su nota los talibanes.

Las fuerzas de la OTAN procedieron a rodear por la tarde las instalaciones del Ministerio del Interior y no permitían el paso de personas, informó el canal televisivo privado Tolo News.

Afganistán lleva cinco días sumido en una violenta ola de agitación civil que se ha cobrado la vida de al menos 27 personas, después de que se conociera públicamente que varios coranes fueron quemados en la mayor base estadounidense del país, Bagram.

La misión de la OTAN calificó esa profanación como no intencionada, pidió disculpas -como también lo hizo el presidente Obama-, e inició una investigación conjunta con el Gobierno afgano sobre lo sucedido.

Sin embargo, por el momento las llamadas a la calma no han surtido efecto y ayer se convocaron por quinto día consecutivo manifestaciones -aunque no todas violentas- en las regiones de Sar-e-Pul, Paktia, Logar, Paktika, Nangarhar, Laghman y Kunduz.

En Laghman salieron a la calle unos 1.000 manifestantes que se enfrentaron a la Policía, en unos disturbios que dejaron 16 heridos -dos de ellos, en estado crítico-, dijo el portavoz del Gobierno regional, Zargul Persarlai.

Choques en Kunduz

Pero los sucesos más graves tuvieron lugar en Kunduz, provincia situada en el norte del país, donde cientos de manifestantes fueron reprimidos violentamente cuando trataban de asaltar el cuartel de la Policía y unas oficinas de la ONU en la capital provincial.

El subjefe de la Policía de Kunduz, Ghulam Muhammad Farhad, confirmó que en los disturbios murieron dos manifestantes y que nueve personas más -entre ellas tres policías- resultaron heridas.

En un comunicado, la misión de la ONU en Kabul afirmó que todo su personal se encuentra bien, y tras lamentar las víctimas -heridos y muertos- de los dos bandos, pidió el fin de la violencia y recordó su "profundo respeto" por los símbolos del islam.

Más tarde, otra fuente policial provincial dijo haber recibido órdenes de Interior para no proporcionar más cifras de víctimas en las protestas, que se han extendido por gran parte del país con convocatorias que van desde cientos a miles de personas. El escenario se complicó con la irrupción en la crisis de los talibanes, que hace unos días pedían a soldados y policías afganos que atacaran con sus armas a los fuerzas internacionales.