En la pequeña prisión de Santa Cruz de La Palma no hay conflictos, ni mucho menos motines. Tan solo se recuerda, hace décadas, un fallido, casi gracioso, intento de fuga. Es más, el trato entre internos y funcionarios es de mutuo respeto, se podría decir que incluso exista complicidad. No es exagerada la afirmación de que la cárcel de La Palma es, además de la más pequeña, probablemente, el centro penitenciario más seguro de toda España.

Los últimos datos de ocupación, con fecha de 31 de enero de 2012, hablan de 69 presos (entre ellos dos mujeres), además de otras 17 personas en régimen abierto (en casa con un sistema de control). Supera el nivel máximo recomendado para la población reclusa, que es de 55, en una instalación que cuenta con 13 celdas individuales y tres módulos comunes. La ubicación de la edificación no permite ampliaciones.

Sin embargo, pese a que el número de internos siempre está por encima de lo estipulado en los papeles, la Dirección del centro ha declarado en varios ocasiones que su prisión es un "privilegio", un lugar en donde nunca ha habido un problema serio desde el punto de vista disciplinario.

Los trabajadores de la prisión, unas 30 personas, casi no recuerdan incidentes, amenazas a funcionarios, agresiones... Existe un buen clima de convivencia con la población reclusa, pese a tratarse de personas privadas de libertad, en algunos casos por delitos de sangre, que conviven en un espacio muy reducido.

Tanto es así que esa buena relación ha llegado a causar algún que otro problema administrativo. En 2009 una denuncia informaba de que algunos internos en el centro penitenciario de Santa Cruz de La Palma podían salir de la prisión "sin vigilancia" pero con permiso verbal, aunque su régimen no lo permitiera.

A esos internos se les llamaba "presos de confianza", los cuales se les permitía deambular por la instalación, sacar la basura, regar jardines, ir al médico o limpiar vehículos en la vía pública.

Módulos de respeto.- Pero el sentido jurídico de aquella denuncia se aleja de una realidad patente en La Palma, la población no habla de la cárcel, pasa desapercibida. Es más, en las calles en las que se sitúa la edificación no existe vigilancia exterior. Un circuito cerrado de televisión controla el recinto, pero solo cuenta con una pareja de la Guardia Civil en la puerta.

Ese visión fue captada por el Ministerio del Interior, que decidió poner en marcha a finales de 2010 un programa para incluir esta prisión entre los tres centros penitenciarios que contarían con los denominados "módulos de respeto", junto al de Alcázar de San Juan (Castilla la Mancha) y Alcalá de Guadaira (Sevilla).

Se trata de un sistema de autorganización que bajo vigilancia de funcionarios permite a los presos convivir en un clima basado en el respeto a valores y ámbitos de convivencia que se parecen a aquellos valores de la sociedad, considerándose como un elemento clave de la política de reinserción, es como una preinserción en la sociedad. Dicho de otra manera, los presos se vigilan entre ellos y velan por el cumplimiento de las normas de convivencia entre reclusos.

Los presos, a gusto.- Cada día, a las 11:00 de la mañana, el patio interior de la Prisión Central vive el punto álgido de la convivencia entre los reclusos y trabajadores. Es, probablemente, el momento más complejo para la seguridad en un espacio tan pequeño. Pero, en realidad los presos con penas más largas ni siquiera se planteen generar problemas que compliquen ese "privilegio" del que habla la Dirección del centro.

Tampoco es que los presos tengan muchas actividades o talleres productivos, pero sí se disponen de una biblioteca perfectamente surtida, una escuela que atiende un maestro e, incluso, oferta de cursos universitarios a través de la Uned. La Administración entiende que es una oferta educativa óptima. Además, también disponen de oferta de ocio: con juegos de mesa, futbolín, tenis, canastas de baloncesto y un gimnasio, a lo que se unen los servicios sanitarios, el comedor o el economato.

Estas instalaciones, a pequeña escala, son suficientes para que los internos se sientan más que a gusto. Alguno llega a decir que está "casi como en casa". Precisamente, el hecho de que sea el centro penitenciario más pequeño de toda España lo convierte (aunque parezca contradictorio) en un lugar tan "familiar" que los espacios parecen mayores de lo que son.

Se ha dado el caso de internos trasladados a otros puntos, por cercanía familiar u otros motivos, que han solicitado de forma voluntaria volver a esta prisión, porque saben que las condiciones de vida son mejores que las que ofrecen otras cárceles mayores.

Penas de corta estancia.- Tanto en las zonas comunes como en las celdas en donde duermen los internos, incluida una habitación de aislamiento en la que no suele haber inquilinos, las personas privadas de libertad encuentran un espacio en el que lo que se intenta es que, precisamente, solo echen de menos ese derecho insustituible, el de ser libre.

La condena más grande que recuerdan en la presión es de 20 años y el preso que más tiempo lleva en la cárcel ha superado ya los 15 años de pena. La media habitual de estancia suele ser de unos pocos años, más bien vinculadas a delitos contra la salud pública. El tráfico de drogas ocupa con diferencia el número uno en cuanto a la aportación de presos. Eso sí, la reincidencia suele ser habitual, quizás por tratarse de personas que no encuentran más su hueco en la sociedad.

Sin embargo, no todo esta perdido cuando se entra en la cárcel. Para muestra un botón: En febrero de 2010, uno de los presos llegó a ganar la primera edición de un concurso nacional de relatos cortos. Quizás lo ayudó el encontrarse "casi como en casa".