CUANDO A ALGUIEN, hace muchísimo tiempo, se le ocurrió mezclar harina con agua y elaborar una masa, no sabía la que estaba organizando: a partir de ahí, con el añadido de muy diversos elementos (grasas, sal, huevos, levaduras...) se fueron creando todos los tipos de pan y derivados imaginables.

Ya que tenemos un pan, lo inmediato es ponerle algo encima. O, ya puesto encima, cubrirlo con más pan. Pensemos en los dos ejemplos más habituales: la pizza. De Italia nos llegaron las modalidades de pasta rellena, tipo ravioli o tortellini.

La masa es bastante más ligera... y esas "empanadillas" de pasta se cuecen, no se fríen: vamos ganando ligereza, aunque la pasta italiana no tenga precisamente fama de ligera.

Recordemos que la pasta procede de China, aunque no fue Marco Polo el que la llevó a Italia en la Edad Media, sino que los responsables fueron los árabes instalados en la isla italiana de Sicilia.

Miremos, pues, a Oriente. La verdad es que siempre hemos asociado el lujo a ese punto cardinal: hablamos de "lujo asiático".

Del Extremo Oriente que son los "wan ton" y los "dim sun" o, más bien, la pasta que les da forma y carácter; son una especie de raviolis, o empanadillas, hechas habitualmente al vapor (o sea: sin grasas) y rellenas de las cosas más variopintas, aunque lo más normal sean las verduras picaditas, o las gambas, o la carne de cerdo o ternera.

Del Próximo Oriente: la finísima pasta filo, que nuestros vecinos del Magreb conocen como brik. Esa sí que es una masa etérea, sutil, de la que se requiere usar varias capas, dada su extrema fragilidad.

Un tipo de pasta clásico de la pastella, que se presta a montones de interpretaciones, todas atractivas y elegantes, incluyendo ese postre tan clásico del Mediterráneo oriental que es el baklava.

Sí: Oriente ha aportado sutilidad a nuestras masas. Por ejemplo con la tempura, originaria de Portugal y que se hacía con una masa abuñolada. Todo para mejorar nuestra dieta, nuestra gastronomía.

Pero todavía hay quienes atacan lo que llaman la globalización, y defienden una cocina autárquica de "kilómetro cero" imposible en este siglo de la inmediatez de las comunicaciones.

Allá ellos, que se lo pierden.