ES UN JUEGO de negociación, incluso un arte o un modo de vida, habitual en muchas partes del planeta: China, Marruecos, Turquía, Egipto, India, en algunos países de Sudamérica, en África entera, sobre todo en ambientes populares, rústicos y en los mercadillos callejeros. Hay que hacer teatrillo y perder tiempo, irse y volver, despreciar y rebajar lo que te ofertan simulando indecisión. En ocasiones, haces el cambio mentalmente (con el euro) y te das cuenta de que por veinte céntimos llevas una hora perdida. Puede convertirse en un verdadero martirio, pero incluso en las guías turísticas te indican cuánto (en tanto por ciento) puedes normalmente rebajar como turista. Lo primero y principal es interesarte por el objeto, "pero sin demostrar excesivo interés". Como quien no quiere la cosa, haciéndote el sueco. De esta manera, al vendedor le surgirá la duda, y como querrá vendértelo a toda costa, será capaz de rebajar tanto como su margen lo permita. Sería bueno ocultar incluso tu procedencia si eso significa que pueda asociarte a un país próspero. Generalmente, el precio de los productos variará según cuán rico sea el país del que provienes. Son unos maestros, saben latín, si ellos intuyen ese dato lo utilizarán para pedirte más porque saben que es probable que acabes comprando.

Es cierto que el regateo ha desaparecido completamente en el comercio y en la relación de negocios instalados dentro de las economías avanzadas. Ni se le ocurra a usted ir al Corte Inglés o a Wehbe a regatear; el proceso no es eficiente en sí mismo, ya que es imposible mantener un desgaste de ese tipo en unas relaciones cotidianas y estructuradas de antemano, aunque en los grandes acuerdos vuelve a aparecer.

Una firma con capacidad en cuanto a la cantidad o al volumen de sus pedidos -Zara, Decathlon, Mercadona, Ikea...- regatea hasta en los cordones, botones y ojales. Si es CIF (costo, seguro y flete) o es FOB (free on board). Una gran compra prácticamente se subasta, en pesos medidas y calidades predeterminadas, entre diferentes fabricantes y países hasta extremos inimaginables. Los grandes contratos de armas, por ejemplo, se ganan o se pierden en puro regateo. El tren que una firma española ha colocado en Arabia Saudí se construirá, decorado con relaciones de hermandad, por el arte del regateo. Antes, los especialistas de lo barato eran los chinos, pero como hoy en día comen caliente son los de Bangladesh o Filipinas los que consiguen cerrar estos tratos y ya siempre bajo fórmulas sofisticadas y complejas en las que se cuestionan por supuesto desde los plazos de pago, con sus múltiples variaciones, hasta los plazos de entrega, con sus penalizaciones correspondientes, negociando y renegociando parámetro por parámetro.

¿Quién dice que el regateo no existe en Occidente? Europa plantea 4,4%, España replica 5,8%, Europa contraataca 5,3% y España acepta.

También lo llaman gitaneo, porque la filosofía del "por lo menos trinco algo" es muy típica de la picaresca establecida en los puestos del rastro.

Ojo, que no lo critico, es lo que hay. Lo sé porque he trabajado años en dinámicas que contienen el proceso y que a veces hay que esconder para revestirse de dignidad no transmitiendo sensación de informalidad. El regateo tiene su lógica, los números son la llave final. El ministro de Economía, Luis de Guindos, afirmó que acepta el objetivo de reducción de déficit del 5,3% que le ha pedido el Eurogrupo para este año. "España está absolutamente comprometida con el ajuste presupuestario, está absolutamente comprometida con las reformas estructurales y, evidentemente, desde ese punto de vista, esa recomendación va a ser aceptada" y tal y tal y tal..., aseguró a su llegada al Ecofin. Pero por lo pronto les sacó 9.000 millones. Algo es algo dijo un calvo.

Claro que lo importante era el intocable 3% de 2013. Pero los demás protestan. Austria denuncia la doble vara de medir, Polonia se cabrea, Suecia hace alegaciones, el Bundesbank arremete con que España no vaya a cumplir el objetivo de déficit acordado inicialmente. Algunos países de la Unión Europea (UE) se quejan de que Hungría haya sido tratada de forma más dura, por la sanción propuesta contra el país centroeuropeo por incumplir el objetivo de que su déficit bajara del 3% del PIB en 2011.

Ellos deben aprender a regatear y nosotros, en Canarias, tendremos que ir planteándonos entrar a rajar para que no nos regateen siempre y cada vez más.

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