José Ramón Castilla tiene 48 años y desde septiembre de 2011 vive bajo uno de los muelles de las Carboneras de la playa de Valleseco.

Aunque parezca increíble, él tiene allí su hogar: su cama, su cocina, su decoración... En una de las vigas horizontales de la estructura ha colocado un saco de dormir y una almohada. Ésa es su cama y cuando sube la marea las olas pasan por debajo de él.

Como cocina, cuenta con un camping gas y una caja de corcho blanco le hace las veces de refresquera. Para enfriar usa el agua del mar y los cubiertos y enseres los mantiene cerrados en cajas o cajones "para que los ratones no se metan".

José Ramón reconoce que es su mala cabeza la que le ha llevado a una situación tan precaria. "He tenido problemas con las drogas", reconoce, pero añade, sereno, que todo eso se ha acabado.

Hace años trabajaba en la construcción, hacía trabajos de pintura, pero, con la crisis, todo eso desapareció. Después pasó a cobrar una renta activa de inserción (RAI), que le duró dos años. Con ese dinero se pagó una habitación en La Cuesta con derecho a cocina y baño, pero después todo se volvió a torcer.

Según su relato, al verse en la calle se metió en una casa abandonada de Valleseco que comenzó a arreglar, pero su adicción lo llevó a delinquir y de ahí, a la cárcel 8 meses. José Ramón dice que cuando salió le habían sacado sus cosas de esta casa y estaba, de nuevo, en la calle. Así es que se instaló bajo el muelle de las Carboneras, donde el ruido atronador de las olas golpeando las piedras de la playa es constante. "A mí me relaja", asegura.

Este hombre nacido en Valleseco rechaza ir a dormir al Albergue. Explica que va algunas veces "a comer", pero no a dormir porque "en el Albergue a veces hay unas broncas...". "Yo soy un hombre tranquilo", dice.

José Ramón tiene claro que a él no le gusta vivir así y está dando pasos para intentar salir de tan precaria situación. "A finales de este mes me dijo la asistenta social que fuera para ver lo que me hace falta" para solicitar una prestación canaria de inserción. Por otro lado, también le están asesorando desde una ONG local para que vaya preparando la documentación necesaria para este trámite.

También se está haciendo analíticas y reconocimientos para que le pongan al día la minusvalía del 48% que tiene por problemas en el hígado y los pulmones, según él mismo relata.

"A ver si me cambia la suerte", dice, para lo que está buscando también un trabajo. "Con la metadona no me veía capacitado para trabajar, pero ahora no estoy metido en drogas ni alcohol", asegura.

Explica que ya ha hablado con algunas personas que podrían estar interesadas en que él cuidara de su finca y de los animales, a cambio de "una habitacioncita". Esto es importante para él, más que por el salario, "por estar ocupado". "Para no estar dándole vueltas a la cabeza", reflexiona.

¿Y qué es lo que le pasa a este desempleado de 48 años por la cabeza? "De todo. A veces pienso en poner una soga y colgarla para arriba y acabar con todo". Sin embargo, supera esos momentos de flaqueza con la creencia de que la vida le tiene que cambiar.

"He estado peor", asegura, sin querer entrar en detalles pero haciendo referencia a cuando estaba metido en la droga.

"Me arrepiento de casi todo. Porque a veces la mala cabeza se paga y se pierde familia, trabajo, mujer y las amistades de verdad", resume.

José Ramón está separado y aunque tiene padre y hermanos es consciente de que cuando estaba enganchado no se lo hizo pasar bien y no quiere importunarles de nuevo.

Su morada a día de hoy no es otra que la parte baja de un muelle que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha pedido que se proteja como Bien de Interés Cultural (BIC). Lástima que el arrepentimiento no merezca también algún tipo de protección.