ATENDIENDO a la orientación religiosa, en la carrera presidencial para elegir al candidato conservador que se enfrentará con el carismático demócrata Barack Obama, que reconoce "no haber sido criado en un hogar rendido a la fe", se pone de manifiesto un duelo personal entre un mormón con cinco hijos y diez nietos y un católico romano con solo siete hijos "vivos".

El mormón fue misionero. Su nombre es Willard Mitt Romney, de Detroit, Míchigan. Rico y próspero empresario, anteriormente gobernador de Massachusetts, es uno de los hijos de George W. Romney (exgobernador de Míchigan). Dice: "Creo que estamos demasiado cargados de impuestos y que el gobierno está demasiado bien alimentado. Washington gasta demasiado dinero", afirmó. "Algunos piensan que la fuerza de Estados Unidos proviene del gobierno, que los desafíos exigen más gobierno, leyes y más protección frente a la competencia del mercado. Eso se llama Estado benefactor. Ese es el camino elegido por Europa -apostillo yo: ahora mismo es al revés-. Lo que les condujo a una elevada tasa de desempleo y a un crecimiento anémico".

El otro aspirante bien colocado es abogado, Richard John Santorum, senador por Pensylvania, propietario de un buen conjunto propiedades inmobiliarias y sin duda ultraconservador hasta la médula -la derecha en EEUU sería como la derecha de la derecha de la derecha en el Estado español-. Quizás excéntrico, como les gusta a los americanos. En 2003 se hizo famoso desatando una polémica al afirmar que los homosexuales no tenían derecho a la privacidad por ejercer prácticas comparables al adulterio, la poligamia, el abuso de menores, el incesto y la zoofilia. Si lo dejan acaba solito con Irán: "La lucha contra el fascismo islámico es la gran prueba de nuestra generación". En cualquier caso, hay un episodio de su vida que a mí me llama más la atención y que incluso fue analizado por expertos en salud mental. Declaró encontrar la paz, pero hay que tener mucha sangre fría, y sé de lo que hablo: su quinto vástago nació muy prematuramente y falleció en el hospital esa misma noche. El matrimonio se lo llevó a casa y lo presentó a algunos de sus demás hijos vivos, como su hermano Gabriel. En esta línea espiritual, él y su esposa fueron investidos como Caballero y Dama de Gracia Magistral de los Caballeros de Malta en una ceremonia en la catedral de San Patricio, en Nueva York, el 12 de noviembre de 2004. Son del Opus, como comúnmente se dice.

La aritmética indica que ningún candidato logrará los 1.144 delegados necesarios en las próximas semanas y que la carrera republicana se extenderá hasta los últimos días de la primavera. Lo que parece evidente es que el candidato que dispute la Presidencia a Obama se acercará, con su esfuerzo y con la crisis, más a Dios.

Las crisis económicas por sí solas acercan a Dios. Esa es al menos la lectura que hace la Iglesia de los datos estadísticos de los seminaristas españoles, cuyo número ha crecido, rompiendo por primera vez la tendencia de la última década. Con 277 nuevos ingresos, 51 candidatos al sacerdocio más que el año pasado. Con 32 ingresos más que el año pasado (se pasa de 245 a 277) y 34 abandonos menos (de 124 a 90). La cifra total de aspirantes a curas se sitúa en 1.278.

La nota de la Conferencia Episcopal, que da cuenta de estos datos, no entra en valoraciones ni echa las campanas al vuelo. Pero, entre los responsables eclesiásticos, se percibe una sensación de alivio. La situación de parón vocacional parece haber tocado fondo y comienzan a atisbarse (aquí sí) ciertos brotes verdes. Se intuye el final del túnel, que dura desde finales de los 60.

Y es que cuando la crisis aprieta está demostrado que la gente se vuelve hacia arriba. Cuando todo falla, Dios permanece, como roca inamovible, que proporciona confianza, seguridad y esperanza. En este sentido, las últimas encuestas del CIS demuestran claramente que también ha aumentado el número de personas que se declaran católicas e, incluso, sube el porcentaje de los que van a misa.

Se oye un ruido, posiblemente motivado por la zozobra. El retorno de Dios se manifiesta entre los que quieren dedicar su vida entera al servicio del altar. Y es que, como dice el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, "entre nosotros no hay paro".

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