Las redes sociales en internet han modificado durante los últimos años la manera en la que muchas personas se relacionan cada día y se han convertido en unas herramientas capaces de dar voz al ciudadano, pero también de acentuar trastornos de la personalidad.

Estudios recientes confirmaron la creciente necesidad de muchos usuarios de estar permanentemente conectados para interactuar con sus conocidos a través de plataformas como Facebook, la más popular de las redes sociales, u otros servicios de mensajes a través del teléfono.

"Los medios sociales son adictivos porque eres el centro de la experiencia, por lo que de forma natural quieres pasar más tiempo en ellos, para ver cómo la gente te responde o responde a aquello que compartes", dijo el analista Brian Solís, de origen mexicano y español y experto de la consultora Altimeter Group.

En esa dependencia se reconocen síntomas comunes en cualquier adicción, tal y como confirmó un experimento llevado a cabo en 2011 por la Universidad de Maryland, en EEUU, en el que se pidió a un millar de universitarios de 37 países que pasaran 24 horas sin internet ni medios de comunicación.

Tras un día sin contactos en la red, alrededor de un 20 por ciento de los estudiantes manifestaron un síndrome de abstinencia tecnológico con sentimientos de "desesperación", "vacío" o "ansiedad", unas respuestas que van en la línea de una encuesta realizada por la empresa tecnológica TeleNav en EEUU hace menos de un año.

Más de la mitad de los consultados aseguraron que preferían dejar el chocolate, el alcohol o la cafeína durante una semana antes que desprenderse temporalmente de sus teléfonos.

Campañas como el Día Nacional de la Desconexión, que celebra hoy en EEUU su tercera edición, intentan concienciar hacia un empleo más sano de las redes sociales, cuyo uso puede derivar en un narcisismo patológico, según un estudio publicado este mes en la revista Personality and Individual Differences.

Tras analizar los hábitos en Facebook de casi 300 personas de entre 18 y 65 años, los investigadores hallaron evidencias de dos elementos socialmente perjudiciales propios del narcisismo, como el ansia de protagonismo y la voluntad de aprovecharse de los demás.

Esas actitudes resultaron estar más patentes en aquellos que tenían más amigos en la red social, actualizaban su cuenta y su foto de perfil con más frecuencia y reaccionaban más agresivamente a quienes les criticaban en Facebook.

El peso adquirido por las redes sociales ha llegado al punto de que, según la Universidad de Maryland, la forma en la que se interrelaciona en ellas contribuye a crear la identidad del usuario frente a los demás y frente a uno mismo, una vinculación que no tiene por qué ser necesariamente negativa.

"Cualquier persona tiene la oportunidad de convertirse en un famoso en el mundo digital y las compañías y las marcas han visto ya que pueden conseguir buenos resultados cuando se relacionan con gente que ha logrado tener un estatus en la red", explicó Solís, autor del reciente informe "The Rise of Digital Influence".

En ese trabajo, planteado como una guía para ayudar a las empresas a sacar partido a las redes sociales, se apuntó la importancia que juega en este nuevo entorno virtual la figura del internauta influyente.

"La influencia no es popularidad y la popularidad no es influencia", indicó Solís, quien desmitificó la idea de que lo importante sea tener muchos seguidores en las redes sociales.

"Lo relevante es cómo reacciona la gente a lo que tú digas. Se trata de ver tu capacidad para causar un efecto. Puedes comprar todos los usuarios que quieras pero eso no afectará a tu influencia", añadió.

Uno de los ejemplos destacados por Solís sobre el poder que dan al consumidor los nuevos medios sociales fue el caso del músico Dave Carroll, cuya guitarra fue dañada en un vuelo de United Airlines. La aerolínea se negó a pagar y el músico protestó en YouTube.

Carroll compuso la canción "United Breaks Guitars" (United rompe guitarras) y lanzó tres vídeos que han tenido 11 millones de visitas. Finalmente la compañía aérea accedió a cubrir los costes, aunque para entonces el artista dijo no estar interesado.

El daño económico causado a la imagen de United por los vídeos de Carroll, según se recoge en el informe de Solís, pudo suponer unas pérdidas de 180 millones de dólares (unos 135 millones de euros) en capitalización bursátil.