Optimista, "por el mero hecho de ser humano", por pertenecer a una especie que si hay algo que le caracteriza es su capacidad para adaptarse y superar la adversidad, Vicente Verdú cree que "la hecatombe" de la crisis es "una enfermedad dolorosa, sí, pero no mortal".

"Este destrozo dará lugar a una realidad mucho mejor, puesto que peor ya no nos cabe en la cabeza", escribe Verdú en su nuevo libro, "La hoguera del capital" (Ed. Temas de Hoy), con el que acaba de ganar la quinta edición del Premio de Hoy al mejor ensayo.

Un libro que se suma a una lista de títulos que supera ya la treintena y en el que este escritor y periodista reflexiona sobre las causas y las consecuencias de lo que entiende es el punto y final de un ciclo, de una era. "No es el fin de la Historia, sino el principio de Otra Historia", insiste en una entrevista con Efe.

Otra Historia en la que "nada será igual" y que habría que aprovechar para "hacer efectiva la humanidad, ya sea a través de la igualdad contra la desigualdad, de la solidaridad frente a la desconfianza, de la libertad frente al miedo y del tecnicolor frente al pensamiento monocromo".

Mientras ese momento llega, "que llegará", Verdú habla de la crisis como de una revolución "sin sangre de color rojo" y hasta se atreve a equipararla con una tercera guerra mundial "sin armas convencionales pero con similares efectos devastadores. Dios quiera -continúa- que no se desencadene una guerra de verdad, pero lo que está sucediendo en nada tiene que envidiar a los efectos de una bomba de neutrones".

"En esas estamos. Sin utopías, sin proyectos, en medio de la masacre, con una población empobrecida, consternada, con miedo, sin saber por donde tirar, junto a voces que convocan a la reflexión y a rehacer las estructuras fundamentales del mundo en todos los órdenes", hace hincapié.

Los culpables del panorama tan desolador tienen, a su juicio, nombres y apellidos. Los de políticos, economistas, financieros, agencias de calificación, grandes corporaciones... "avariciosos, estafadores, codiciosos y corruptos", pero también de ciudadanos, de personas normales y corrientes que se han dejado atrapar por esa "economía de casino en la que hemos vivido estos últimos años".

"Todo esto tiene que ver también -dice- con que la gente entra en un estado de embriaguez en el que piensa que hay un futuro de ganancias y no puede dejar de participar en él".

Vicente Verdú escribe que la recesión "no es ni más ni menos que una adversidad de la propia existencia, y su incalculable duración el síntoma de la agonía de una época". En cualquier caso, está convencido de que, como ha ocurrido con crisis anteriores, tendrá un efecto sanador, depurador, a pesar de la dimensión de la tragedia, "tan grande".

Y todo ello en un escenario político en el que la democracia se muestra como un sistema "caduco, corrompido y descompuesto", como una comedia "donde se finge el otorgamiento del poder a la población, mientras lo detentan en exclusiva, en exagerada exclusiva, los mandamases que, como los brujos, hacen y deshacen a su antojo en el cuatrienio que marca el libreto constitucional".

Ejemplo de ello es la Unión Europea, "un fracaso tremendo", además de una "pérdida de democracia" para los Estados. Es más, en el libro se atreve a referirse a ella como el "timo" de una "formación precipitada y de tanta crueldad, localidad a localidad", como no se ha conocido nunca antes en la historia reciente.

Sobre movimientos como el 15M, y aunque asegure ponerse "a sus filas", dice que son "un poco infantiles" y que a estas alturas "están desvanecidos". Pero va más allá y escribe: "el alboroto de la emoción colectiva reproduce el espectáculo de un carnaval que acaba en sí mismo y no trae consecuencias. Durante el carnaval -continúa- todo está permitido, pero terminando el carnaval, vuelve la norma establecida".

Analiza Verdú en el libro el papel que los medios de comunicación han jugado antes y durante la crisis. Para él son "cómplices y estremecedores voceros". "¿Cómo no pensar -se pregunta- que ha sido (la crisis) un efecto de los media, que no han querido soltar el bocado de una historia fantástica, la historia fantástica del fin del mundo, cuando la televisión o la prensa se hallaban al borde mismo de su bancarrota?"

Volviendo a esa enfermedad "dolorosa, pero no mortal" que es la crisis, Vicente Verdú quiere insistir en su optimismo y en recalcar que está convencido de que "poco a poco" desaparecerá, "dando lugar a una sociedad más justa". "Otro mundo -afirma- es posible", y es en la Red, en Internet, "la nueva utopía", donde "habita su profeta".

"Esta crisis -concluye- acabará algún día, acaso en una década más, pero dejando tras de sí un reguero de medidas despiadadas y testosteronas a granel que quizás, de otra parte, han hecho falta para prender fuego a la gran hoguera fatídica del capital".