Símbolo de la lucha de las mujeres afganas y de la resistencia en favor de los derechos humanos, Fatana Ishaq Gailani, Premio Príncipe de Asturias, aspira a que Afganistán viva en democracia, en paz, y que las mujeres puedan trabajar y estudiar.

Muy feliz por ser una mujer islámica, que debió exiliarse durante el régimen talibán y tendrá que volver a hacerlo si esta facción fundamentalista vuelve al poder, una vez que se retiren las tropas internacionales, se muestra muy crítica con los actuales regidores de Afganistán, donde nació hace 56 años.

En una conversación con Efe, antes de participar en el "II encuentro mujeres que transforman el mundo", con la periodista Pilar Requena, en Segovia, Fatana Ishaq está convencida de que el futuro de las mujeres afganas "depende de un buen gobierno y un buen líder que las escuche".

Convencida de que aún ser mujer en su país es un peligro, piensa que el régimen talibán no habría sido malo si no hubieran utilizado la religión de forma errónea, para justificar decisiones que no estaban bien, especialmente en contra de mujeres, a las que les quitaron todos los derechos.

Y en cuanto al futuro, la activista lo ve muy incierto, después de la intervención internacional, que no ha logrado resolver el problema: "La situación es muy confusa, los afganos no saben lo que va a pasar mañana, quieren un buen gobierno, porque ahora hay mucha corrupción".

La clave está en que quien mande no base la actividad en la religión y trabaje por llevar justicia, democracia y paz, sostiene esta firme defensora de la mujer, comprometida con el pueblo afgano, como la define la reportera de "En portada", de TVE, Pilar Requena.

Y es que opina que el islám no coloca necesariamente en situación difícil o de inferioridad a la mujer, sino que se practica de diferentes formas, según el país, y no llega a estar tan mal en Egipto, Indonesia o Pakistán; pero en Afganistán es perjudicial, incluso, también para los hombres.

Sus críticas se extienden a los países occidentales, incluso llega a mostrarse convencida de que el mundo árabe comience a cansarse de las intervenciones, porque no van en buena dirección, incluso se atreve a aconsejar que cambie la política internacional hacia los países islámicos.

La fórmula, de acuerdo con Fatana Ishaq, es que dejen de presionar sobre ellos a base de hacer hincapié en el terrorismo y lo cambien por contemplar una actitud dialogante y abierta, de amistad, una política hacia el entendimiento.

De ahí que quien tuvo que residir en un campo de refugiados de Pakistán, en 1978, reflexione en voz alta y se pregunte, por ejemplo, por qué, después de 55 años, no se ha resuelto el conflicto entre Israel y Palestina.

Y subraya: "La política debe ser que todos seamos hermanos, tanto árabes, como judíos o cristianos".

No le han gustado algunos enfrentamientos registrados en la llamada "Primavera árabe", porque ha habido un excesivo derramamiento de sangre, pero se vuelve a centrar en su país, presidido por Hamid Karzai.

"El principal problema de Afganistán", dice, "es que el gobierno no tiene fuerza, se pierde el dinero, hay mucha corrupción, y no llega a la población, cada vez más empobrecida, especialmente las mujeres, mientras desde Occidente se hacen promesas que nunca se cumplen".

Además no tiene seguridad de que las tropas norteamericanas terminen abandonando la zona, "porque desde Washington cada día llega una noticia, es una situación muy confusa", añade mientras vuelve a la carga criticando que a los países occidentales "se les llena la boca hablando de democracia y derechos humanos".

Entretanto, Fatana Ishaq piensa que "deberían intentar entender y respetar otras culturas" y hace hincapié en que, en lugar de emigrar, ella prefiere luchar por los derechos en su país.

Con su persona como ejemplo, vuelve a reflexionar acerca del papel de Occidente: "Haría bien ayudando a los países con problemas, más bien que diciendo con su presencia en éstos, cómo tienen que ser de democráticos".