HACE muy mal el Gobierno de España negándose a negociar con Marruecos las prospecciones petrolíferas en las mal llamadas aguas canarias, porque no son canarias ni de España; son marroquíes, diga quien diga lo contrario. Las autoridades marroquíes han tenido un gesto de amistad con el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy al ofertar, sin tener ninguna obligación de ello, unas reuniones para llegar a un acuerdo. Lejos de avenirse a razones, la metrópoli que nos coloniza ha hecho gala una vez más de una soberbia que arrastra desde hace siglos. Una prepotencia que cansó hasta límites inconcebibles a los habitantes de los países que sometió y ocupó por la fuerza. De todos ellos, incluido Marruecos, fueron echados a patadas los españoles; de todos salvo de Canarias, aunque aquí, mal que le pese a los que aun habiendo nacido en estas Islas se consideran españoles -qué disparate; hay que ver hasta donde llega la narcosis- les queda poco tiempo. No está lejos el día en que los nacionalistas auténticos -no los de Coalición Canaria- liberen al Archipiélago de las garras opresoras de los peninsulares invasores. Unas personas a las que siempre hemos recibido afectuosamente y les hemos abierto las puertas de nuestras casas porque la hospitalidad forma parte de nuestra naturaleza. Eso lo hemos hecho con quienes han entendido nuestra idiosincrasia de isleños y la han respetado. Para los otros, a los que acertadamente siempre han llamado godos los canarios, les reservamos los contenedores de la basura: godos, aquí.

Se niega también el Gobierno español a negociar en estos momentos la mediana con Marruecos. Es España, y no Marruecos, quien no quiere abordar este asunto, porque sabe que tiene todas las de perder. Una cosa es lo que ocurre en el estrecho de Gibraltar, donde la línea divisoria de las soberanías de cada uno de estos países se traza a igual distancia de las costas respectivas según las leyes internacionales, y otra muy distinta lo que ocurre entre Canarias y Marruecos. Canarias, lo repetimos una vez más a ver si se enteran los que todavía no quieren enterarse, no es un archipiélago atlántico; es un archipiélago costero marroquí. Unas islas que Marruecos puede reclamar, e incluso ocupar por iniciativa propia sin pedirle autorización a la ONU ni a ningún organismo internacional, cuando lo estime conveniente. ¿Qué podrá negociar entonces España? Nada. Saldrá de Canarias en estampida y con deshonor como lo hizo en 1975 del Sahara.

También hemos repetido hasta el cansancio que la única alternativa que nos queda a los canarios para no ser una provincia marroquí es alcanzar nuestra independencia cuanto antes, porque el tiempo corre en contra de nuestros intereses. Se ha puesto sobre la mesa la fórmula de que seamos un Estado Libre Asociado a Marruecos. Esta opción sería mejor que continuar colonialmente esclavizados y expoliados por los españoles. Sin embargo, la mejor opción de cualquier patriota es conseguir la independencia; la libertad, junto con la identidad y la dignidad, que les fue robada a nuestros antepasados hace casi seis siglos.

No menor ha sido el número de veces que hemos dicho otra verdad evidente: la iniciativa para que seamos una nación con su Estado (nación lo hemos sido siempre, aunque sometida; nos falta nuestro Estado) debe partir de Coalición Canaria, que es el partido "oficialmente" nacionalista. No obstante, lo único que han hecho los nacionalistas es llenarse los bolsillos, empezando por ese deleznable -políticamente hablando- necio que preside el Gobierno regional. Por eso decimos y repetimos que esos nacionalistas no sirven. Son una porquería política. No sirven. Nos están hundiendo en la miseria. Porque si desacertada es la negativa de España a aceptar la generosa propuesta de negociación que ha hecho Marruecos, no menos estúpida es la persistencia del Gobierno autonómico de oponerse a las prospecciones. ¿Quién coño es Paulino Rivero para oponerse a algo? ¿Gobierna este déspota político porque ganó las elecciones o por unos pactos que han perjudicado seriamente a su partido y a Tenerife?

Lo primero que tendrían que hacer Rivero, discapacitado político, y la caterva de inútiles que lo rodean es exigir la independencia de Canarias. Libres de las ataduras coloniales podríamos hacer en estas Islas lo que deseemos sin necesidad de estar mirando siempre para Madrid; sin necesidad de pedirle permiso al invasor para decidir lo que consideremos oportuno, tanto respecto al petróleo como a cualquier otro recurso. Lo decimos una vez más: si no exige la independencia de inmediato, CC será objeto de desprecio popular y terminará por desaparecer de la escena política.