1.- Maldito petróleo. Con lo tranquilos que vivíamos antes de que se les ocurriera decir que había eso que llamaban oro negro bajo las aguas de Canarias. O de quien sean las aguas, que ya no tengo puta idea de quién son y eran las aguas en las que nos bañábamos desde la juventud. A lo mejor yo me tiraba en San Telmo y resultaba que el charco aquel pertenecía al moro Mohamed y no al general Franco, que era entonces el que parecía que mandaba; y que mandaba mucho. Pues ahora la noticia del non nato petróleo nos perturba mucho y ya está el moro al acecho, como cuando lo de Ifni y eso. Yo, cuando estaba a punto de salir del cuartel, tenía miedo de que me mandaran a África a última hora, a dar tiros contra el moro. Por suerte, no pasó nada pero despedí a algunos amigos en el muelle, que gracias a Dios, y a la mala puntería del propio moro, volvieron sanos y salvos. Pero ahora el puñetero petróleo vuelve a encender la mecha de la discordia; el fuego lo atiza don Paulino, el político, un fuego de celos con Soria; y el dialéctico lo agita el moro, que es un cabronazo de marca mayor. Aquí Franco nos prometió el oro y el moro y sólo mandó al moro (El Mizziam, capitán general) y se quedó con el oro de Moscú. Qué cosas.

2.- Esto de escribir todos los días tiene la ventaja de que el oficio te sale por las orejas y haces un artículo de poquito. El Mizziam era aquel oficial marroquí que mandaba, en la guerra civil, la caterva de moros que pasaba a cuchillo a los rojos que encontraba a su paso, lo que convirtió la batalla de la Universitaria de Madrid en un combate entre rojos y moros. Los indiferentes los miraban desde los balcones. Qué barbaridad. Yo cada vez que paso por la Ciudad Universitaria me acuerdo de El Mizziam, a quien luego premió Mohamed V, abuelo del actual Mohamed VI, con un ministerio, allá en el moro. Siempre hay tíos raros en las guerras. En las últimas Malvinas, los ingleses mandaron a los gurkas del Nepal. Para intimidar al personal.

3.- Y, Dios mío, cómo da tanto de sí el petróleo, que ni siquiera ha salido de su lecho marino. Imaginen cuando dé el primer pepinazo. Será una especie de fiestas del Cristo, pero en negro. Quizá Paulino vea el primer derrame desde un remolcador de la Cory (antañazo, todos los remolcadores eran de la Cory Brothers, ahora ya no tienen ni dueño). Cómo han cambiado los tiempos, cómo hemos cambiado, que decía la canción de la Coca-Cola. Antes nos tirábamos en San Telmo pensando que aquellos charcos eran de Dios y ahora resulta que no, que las aguas de nuestros baños eran las aguas de Alá, que un día va a mandar a sus hijos a buscarlas con sus trabucos rifeños y sus espadas curvas para mejor sajar las nueces de los cristianos. Coño, si yo sé no me baño.

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