Desde la puerta de entrada, en la lagunera calle Núñez de la Peña, se esparce el olor a cereales tostados. El aroma resulta inconfundible y, quizá por eso, las gentes acuden a La Molineta y se asoman al mostrador, atraídas por los sabores de la memoria, algunas; muchas otras evocando recuerdos de la infancia; hasta las hay que abanderan en un simple cartucho de papel una de nuestras más inequívocas señas de identidad.

Los escritos refieren que La Estrella de Oro fue un molino de viento de doce aspas, construido por el palmero Isidoro Ortega allá por 1866 en la zona del Llano de los Molinos, que se extendía hasta las fértiles tierras de El Rodeo. Por entonces, el molino se encontraba en las afueras de La Laguna, aunque hoy el edificio se integra en pleno casco de la ciudad.

Aunque los cambios en el edificio de La Molineta han sido constantes, con la idea de irlos adaptando a las nuevas aplicaciones tecnológicas, todavía sigue conservando su estructura en piedra y luce gruesos muros, de 1,5 metros de ancho, y altos techos, y quién sabe cuántas historias duermen silenciosas el paso del tiempo.

José Luis García Rodríguez representa la quinta generación de molineros, título que dice tiene asumido hace unos veinte años. Al presentar los productos que surgen de su molino destaca que el trigo que se utiliza no es transgénico; la selección se realiza grano a grano; se cuidan los grados del tueste y los tiempos del molido... No desvela ningún secreto heredado, pero afirma que la clave reside en una buena piedra y sus dibujos.

José Luis enumera el gofio de trigo; trigo tostado; trigo-millo; el de millo; millo para régimen; 3 y 4 cereales, mientras la cuartilla se hunde en los sacos; los gofios de cebada; garbanzos y 5 cereales y dos legumbres; el frangollo; el salvado; harinas... Y estos productos están presentes en el mercado de La Boquería, en Barcelona, también en Málaga, y se exportan a Estados Unidos, vía Miami...

La reciente obtención de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) viene a reconocer en el gofio prácticas y técnicas tradicionales vinculadas a un lugar concreto.

Pese a la incorporación de sistemas mecánicos mínimos para la realización de algunas de las fases del proceso de elaboración, como la limpieza y la molturación, se conservan procedimientos que le aportan una particular autenticidad a la vista, olfato y al tacto.

Aquí, día a día, se sigue moliendo la historia.