COMENTAN algunos que limitar a 2.500 euros los pagos en efectivo entre empresarios supone un corralito encubierto. Dicen otros que no pues un corralito, como el que vivieron los argentinos hace algunos años, supone la prohibición de sacar dinero del banco a partir de cierta cantidad y en España, mientras no se legisle lo contrario, cualquiera es libre de retirar hasta el último céntimo de su cuenta corriente si así lo desea. Tiempo al tiempo. En realidad, y por ahí van las similitudes con el corral, quien tiene un par de euros en un banco hace tiempo que le da vueltas en su cabeza a la idea, por otra parte nada descabellada, de si no sería mejor guardar los dineros en su casa dentro del colchón -o debajo de una baldosa- como hacían sus abuelos. "En casa no que te entran a robar", me dijo hace poco una amiga, muy alarmada, cuando le comenté el asunto.

Afortunadamente España no va a ser intervenida ni mucho menos expulsada del euro. No porque la prima de riesgo esté como está, ni porque vayamos hacia los seis millones de parados a galope tendido -ayer se publicaba el dato de que si no se empieza a crear empleo inmediatamente, aumentará el desempleo por la simple caída del consumo-, ni porque los Presupuestos de Mariano Rajoy y sus ministros se les estén quedando desfasados a todos apenas dos semanas después de presentarlos. Nada de eso; España no saldrá del euro por la poderosa razón de que lo ha dicho Felipe González. Precisamente el señor que anunció la creación de 800.000 puestos de trabajo cuando llegó al Gobierno allá por 1982, y dos años después había generado 1.600.000 parados adicionales. Dicen los chinos que la tinta más pálida es mejor que la memoria más retentiva. Lástima que exista tan poca afición en un país, a la fuerza desmemoriado, por visitar las hemerotecas; al menos de vez en cuando.

En cualquier caso, y al margen de que lo haya dicho un perdonavidas -no hace mucho confesó González que pudo dar luz verde a un atentado para acabar con la cúpula de ETA, pero no lo hizo; lo del GAL es otro asunto-, menos mal que no nos van a echar del euro. En caso contrario, la alternativa del colchón o la baldosa no sería ningún disparate, incluso arriesgándose uno a la maldad de los cacos siempre posible y hasta probable. Al menos eso me comentaba, también recientemente, nada menos que el director de una sucursal bancaria, eso sí, tras jurarme por sus ascendientes y descendientes que la entidad en la que él trabaja está libre de todo riesgo. Faltaría más. Con unos cuantos billetes de euros en el bolsillo todavía podríamos ir a Francia, a Alemania -por ahí- y conseguir que nos vendiesen algo. Con nuestros euros -pocos o muchos- reconvertidos en las antiguas pesetas íbamos a recordar lo que vale un peine; como se decía antes.

En definitiva, pido a Dios que no se haya equivocado Felipe González. Ese patriota -así lo ensalzaba ayer un filosociata reconvertido al paulinismo- por el que tanto clama la progresía andante en estos días de tanta zozobra.

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