ESTE DOMINGO 15 de abril se celebra una vez más la reunión de antiguos alumnos de los escolapios en esta capital, los cuales se reunirán en el Club Náutico como de costumbre. Faltarán algunos que esperábamos encontrar, pero es que los años pasan y aquellos que asistimos por vez primera al colegio Quisisana en 1940 ya vamos teniendo años y contamos con tristeza a nuestros compañeros que se han ido, dejando vacía la silla del pasado año en el club, donde compartimos mesa.

En un artículo que publiqué en este periódico independiente, por la misma ocasión, el pasado año (23-03-2011), decía que el fundador de la orden de los Escolapios y gran pedagogo, José de Calasanz, fue un hombre del Renacimiento italiano, aunque había nacido en la España de los Austrias, en 1557, donde hubiera sido imposible llevar a cabo su misión a favor de la enseñanza para todos los jóvenes, especialmente con la enseñanza gratuita para los pobres. Al llegar a Roma (1592), con 35 años, se encontró con una ciudad llena de pobreza, enfermedades, pestes, por las inundaciones del Tíber y, sobre todo, casi destruida por el gran saqueo de Roma de 1527, llevado a cabo por las tropas del muy católico emperador español Carlos I de España y V de Alemania, el peor saqueo que sufrió la milenaria Roma a lo largo de los siglos.

Ante tal triste espectáculo de miles de niños abandonados y viviendo en las calles, José de Calasanz reaccionó como un hombre del Renacimiento, como el hombre nuevo que quería modificar y renovar el mundo que veía, y por ello fundó la orden de las Escuelas Pías para la universalización de la enseñanza gratuita. Los grandes pedagogos del Renacimiento fueron José de Calasanz en Italia y Juan Amos Comenio en Moravia, actual República Checa, aunque este había nacido en 1592, pero como Calasanz vivió 91 años fueron contemporáneos; uno fue el gran pedagogo católico y otro el protestante, que en aquellos años de la Guerra de los 30 años tuvieron tiempo de desarrollar la enseñanza, la organización y la didáctica popular en medio de las guerras de religión de las monarquías europeas.

Tanto uno como el otro fueron perseguidos por la Inquisición y la reacción gobernante y tuvieron grandes problemas con los poderosos, que no querían que se les enseñase a los niños pobres. En 1610, Calasanz expone en su obra "Documentum Princeps" los fundamentos de su pedagogía; años más tarde, Jean A. Comenio asentó los fundamentos de la educación y técnica de la enseñanza en su obra "Didáctica Magna", oponiéndose a los duros métodos de enseñanza existentes, diciendo "una sonrisa en lugar de una vara" y explicando su método nuevo, es decir, "autopsia, autocracia y autopraxia".

En 1600, Calasanz es apresado en Roma por la Inquisición e interrogado. Al año siguiente, debido a las intrigas de personajes ambiciosos y contrarios a su método de enseñanza popular y universal, lo destituyen del cargo de general de la orden que había fundado, con lo que la orden va camino del hundimiento total. En 1648, todavía en desgracia, muere a los 91 años en Roma. Solo ocho años después de su muerte, el papa Alejando VII rehabilita las Escuelas Pías; en 1748 fue beatificado y diecinueve años después es canonizado al fin, pero tiene que esperar hasta 1948 (13 de agosto) para que el papa Pío XII lo proclame patrono de las Escuelas Populares Cristianas del mundo.

La vida de J. A. Comenio, en la Europa protestante, fue también toda una serie de ataques y conjuras para destruirlo, por el simple hecho de haber puesto los cimientos de la educación popular universal. Ambos merecen los respetos de todos los educadores del mundo y su nombre debe ir unido al de Francisco Ferrer Guardia, que quiso ponerlo en práctica en la España de 1909, con la Escuela Libre para los obreros, y fue fusilado por la monarquía española, después de la semana sangrienta de Barcelona por haber enseñado a leer a los obreros.

Me gustaría resaltar aquí uno de los aspectos de la vida de José de Calasanz que no es muy conocido, incluso entre los que hemos sido alumnos de los colegios, por lo que sería conveniente que se enseñase de aquí en adelante. Calasanz fue un admirador y amigo personal del gran sabio y físico de Pisa, constructor del primer telescopio, Galileo Galilei (1564-1642), y hasta el día de su muerte le permaneció fiel a pesar de la condena de la iglesia por decir que la Tierra se mueve alrededor del Sol (sistema heliocéntrico), contrario al sistema imperante geocéntrico de Ptolomeo. Calasanz era un gran partidario de la enseñanza de las matemáticas y de los planteamientos de Copérnico y Kepler, contrapuesto al decadente modelo ptolemaico, que estaba vigente desde la Edad Media. Como tantos pensadores y hombres cultos de la época, estuvo muy afectado cuando la Iglesia mandó a quemar por hereje al monje filósofo y astrónomo italiano Giordano Bruno, partidario del heliocentrismo, en una plaza de Roma en 1600, por haber sostenido que la Tierra daba vuelta alrededor del Sol y no estaba fija.

Cuando Galileo cayó en desgracia ante la Inquisición por haber sostenido la teoría de Copérnico y haber fabricado el primer telescopio del mundo, Calasanz ordenó a los miembros de su congregación que le prestaran toda la ayuda necesaria y permitió que los escolapios permaneciesen como alumnos a su lado, siendo esta posición la que le echaron en cara los inquisidores y sus enemigos. El santo aragonés admiraba en Galileo su tradición humanista y el realismo pedagógico y su amor a las matemáticas. El 16 de abril de 1639, escribía Calasanz al rector de las Escuelas Pías de Florencia: "Y si acaso pide el señor Galileo que el P. Clemente se quede con él alguna noche, permítaselo, y Dios quiera que él sepa sacar mucho fruto". Su deseo de ayudar al gran sabio, ya completamente ciego desde 1633, movió a Calasanz a atender los ruegos del embajador florentino Nicolini, en Roma, a propuesta del gran duque de Toscana, para que dejase incluso pernoctar al padre Settimini en casa de Galileo y servirle de ayuda. Por cierto, hay un célebre cuadro del pintor Cesar Cantagalli, en la Academia de Bellas Artes de Siena, donde el joven escolapio Settini escucha a su venerado maestro y copia sus últimos sensacionales descubrimientos sobre el sistema heliocéntrico.

Tengo que citar en honor de José de Calasanz y de los escolapios una denuncia presentada ante el inquisidor de Florencia en aquel tiempo acerca del escolapio Francisco Michelini, que decía: "El P. Francisco Michelini de las Escuelas Pías tiene por doctrina verdaderísima [sic] y enseña públicamente que todas las cosas están compuestas de átomos y no de materia y forma, como dice Aristóteles y todos los demás. Sostiene también que la tierra se mueve y el sol está quieto, teniendo por cierto esta doctrina y otras del señor Galileo, hasta el punto de admitir todas las demás por falsas y nulas y declararse enemigo de Aristóteles llamándole ignorantísimo, mientras tiene al señor Galileo por oráculo, por oráculos sus opiniones y ensalza al señor Galileo a primer sabio del mundo con otros títulos magníficos y de encomio". ¡Quién se acuerda hoy del que presentó esta denuncia y de sus teorías contra la ciencia!

Cuando mis padres me enviaron de interno al hotel Quisisana, donde se habían establecido los Escolapios en 1940, yo ya tenía noticias de la orden porque en Buen Paso, barrio de Ycod, donde mi madre tenía su escuela, algunos vecinos que volvían de Cuba me habían hablado de estos curas. En efecto, habíamos conocido a canarios que habían venido de Cuba, donde los Escolapios eran muy fuertes. Aquellos canarios de la emigración nos decían que no había problemas con los Escolapios en Cuba; uno de los comandantes de la Revolución cubana, D. José Elías Entralgo, fue alumno escolapio del colegio de Guanabacoa, el cual tuvo un hijo, Antonio María Entralgo, que entró de mayor en la orden. Mis amigos de Buen Paso me decían que el obispo de La Habana, D. Pedro González Estrada, que ayudó mucho a los canarios, también fue escolapio, así como el ministro de Justicia, Jesús María Barraqué, o el de Guerra y Marina, don Carlos Rojas. También me contaron que muchos guerrilleros cubanos que combatieron contra las tropas realistas españolas por la independencia se habían formado en los colegios escolapios de la isla, ya que la orden no era española, sino que tenía su sede central en Roma y que san José de Calasanz fue ante todo un personaje universalista del Renacimiento.

El primer año (40-41) tuvimos un profesor cura de ciencias, el padre Juan, fallecido a los pocos años, que nos habló mucho de las Leyes de Mendel, quien también fue escolapio, el padre de la genética moderna y uno de los más grandes genios de la Humanidad. Se había formado en los Escolapios, aunque después se metió de monje agustino y fue en el jardín de su convento donde desarrolló su teoría famosa. De los escolapios surgieron otros botánicos como los polacos R. Jurkiewicz, de la Universidad de Varsovia, y Cristobal Kluk (1739-1796); el naturalista también polaco, de la Universidad de Vilna, N. Kumelski, y otro polaco famoso, K. Tyzenhaus, que falleció en 1853, conocido naturalista junto con A. Andrejowski. Entre los investigadores escolapios extranjeros del centro de Europa nos citaba algunas veces en clase los estudios de Denis Gábor, Eugen Paul Wigner y George von Bekesy, que nos resultaban extraños, pero con el paso del tiempo, muchos años después, me alegré de que a estos alumnos escolapios se les premiara con el Nobel de Física en 1971, en 1963 y Fisiología en 1961. Denis Gabor, por haber inventado y desarrollado el método de los hológrafos; Eugene P. Wigner, de los Estados Unidos, por contribuir a la teoría del núcleo del átomo y de las partículas elementales, en especial por el descubrimiento y aplicación de los importantes principios de la simetría, y Georg von Bekesy, por sus descubrimientos del mecanismo físico en la cóclea.

A muchos de nosotros que querían dedicarse a la medicina los curas nos hablaban de famosos médicos alumnos como Ramón y Cajal, Nobel de Medicina en 1906; Robert Barany, austro-húngaro, Nobel de Medicina en 1914 por sus trabajos en la fisiología y patología del aparato vestibular del oído; R. Hevesy, húngaro, que había sido nombrado en aquellos años nobel en 1943, recibido en 1944, por sus trabajos en el uso de los isótopos como trazadores en el estudio de los procesos químicos y descubridor junto con Carter del elemento Hafnium; Philip Leonard, también húngaro, nacido en Bratislava, Nobel de Física en 1905 por sus investigaciones sobre los rayos catódicos. Otro húngaro, Albert Szent-Györgyi, Nobel de Fisiología y Medicina en 1937, por el descubrimiento de la vitamina C y por sus trabajos sobre el proceso de combustión de los nutrientes en el interior de las células. No me extraña que aquí en Canarias a muchos de nuestros condiscípulos les diera por ser médicos y físicos.

En clase de pintura los curas nos hablaban de grandes pintores alumnos escolapios como Goya, y se nos hacía amar la pintura. En literatura se nos habló de escritores como Ángel Guimerá, el canario, padre del nacionalismo catalán; el escritor valenciano Vicente Blazco Ibáñez y algunos que años después acabaron obteniendo el Nobel de Literatura como Vicente Aleixandre, 1977, y Camilo José Cela, 1989. Por los escolapios pasaron figuras de todas las artes, ciencias y política, como el catalán Pi Margall, presidente de la Primera República española; Luis Companys, segundo presidente de la Generalitat de Catalunya, que declaró la República catalana y española el 14 de abril de 1931, y tantos y tantos otros que terminaron sus estudios en los colegios húngaros, italianos, cubanos, españoles y de las repúblicas sudamericanas.

Una vez más nos reunimos los antiguos alumnos y espero que por muchos años nos sigamos viendo y recordando nuestra juventud en el Quisisana y los tiempos que vivimos.