Desde el 15 de abril de 2012 la ciudad de San Cristóbal de la Laguna, sede de la Diócesis que lleva su nombre, cuenta con un monumento al beato Juan Pablo II, donado por la Fundación Juan Kobylanski y la Unión de Sociedades y Organizaciones Polacas de América Latina (USOPAL) y que ha sido colocado junto a la iglesia de la Concepción junto a la puerta que mira hacia la plaza Doctor Olivera. Vaya por delante mi reconocimiento y gratitud a los donantes por su generosidad y por su iniciativa de hacer este monumento en nuestra Diócesis.

El que fuera papa de la Iglesia Católica, desde 16 de octubre de 1978 hasta el 2 de abril de 2005, fue proclamado beato el 1 de mayo de 2011 y cuenta con la devoción de millones de personas de todo el mundo, también de nuestra tierra, que lo invocan y buscan su intercesión ante Dios. La contemplación de una escultura a él dedicada es una invitación a recordar su vida al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera.

La densa y dilatada vida del hombre Karol Józef Wojtyla, sacerdote, obispo y papa, está llena de las más extraordinarias y variadas experiencias. Al leer su biografía uno no puede menos que sentirse abrumado y con cierto complejo de inferioridad. Parece imposible que una vida dé para tanto y que un ser humano tenga tanto empuje, incluso en los últimos años, cuando la enfermedad del párkinson le fue debilitando.

Tenía 84 años. En su agonía, le dictó a su secretario, Stanislaw Dziwisz, una carta en la que decía: "Soy feliz, séanlo también ustedes. No quiero lágrimas. Recemos juntos con satisfacción. En la Virgen confío todo felizmente". En los funerales se puso de manifiesto el alto grado de aprecio que sentían por Juan Pablo II, no sólo los presidentes de muchos países, sino también personas de toda condición social. Todavía recordamos la gran resonancia política que tuvieron algunos gestos inesperados, como el saludo entre los mandatarios de Israel, Irán y Siria, en aquella ocasión.

Juan Pablo II es una figura universal, no sólo para la Iglesia Católica, sino para el mundo entero. Con todo merecimiento se le cuenta entre las grandes personalidades de la historia del siglo XX y de la entera historia de la humanidad. De hecho, muchos le aclaman como el "magno", Juan Pablo II el grande.

De los santos y beatos tenemos que aprender de sus palabras e imitar el ejemplo de su vida. Del beato Juan Pablo II tenemos miles de documentos que recogen su extenso magisterio y a los cuales se tiene fácil acceso en la página oficial de la Santa Sede (www.vatican.va). Prácticamente habló sobre todo lo que tiene que ver con la vida humana en sí misma y de la relación de los seres humanos entre sí y con Dios.

En cuanto a imitar su vida, no se trata de hacer lo mismo que él hizo. Eso es imposible. Cada ser humano tiene sus talentos y es irrepetible. Pero sí tenemos que imitarle en dar lo mejor de nosotros mismos "exprimiendo" la vida al máximo, en su preocupación por el futuro de la humanidad, en su entrega a tiempo completo al servicio de los demás, en su paciencia para sobrellevar el dolor, en su perdón al enemigo, en su esfuerzo por la diálogo, la paz y unidad entre los pueblos, en su amor a la verdad, en su libertad para decir las cosas, en su defensa de los más débiles... y, por encima de todo, imitarle en su fe y esperanza, que fueron el fundamento y el motor de toda su existencia.

A lo largo de su pontificado, el beato Juan Pablo II, en su ministerio pastoral, realizó dos importantes actos que tienen que ver con nuestra Diócesis Nivariense. Uno tuvo lugar en Roma el 22 de junio de 1980 y fue la proclamación como beatos de dos hijos de nuestra tierra: José de Anchieta, natural de La Laguna, y el hermano Pedro, natural de Vilaflor. El otro acto tuvo lugar en Guatemala el 30 de julio de 2002 y fue la canonización del beato hermano Pedro.

Desde hace tiempo La Laguna cuenta con un monumento a cada uno de estos dos insignes tinerfeños y canarios. Ahora, gracias a la generosidad de un grupo de polacos emigrantes en diversos países, compatriotas de Karol Wojtyla, la ciudad Aguere puede disfrutar y ofrecer a sus visitantes un magnífico monumento dedicado a una figura universal, el papa que elevó a los altares al santo hermano Pedro y al beato José de Anchieta.