Marine Le Pen, a quien su tercera posición en la primera ronda de las presidenciales francesas eliminó hoy sus posibilidades de aspirar al Elíseo, refleja pese a esa derrota el apoyo a una candidatura presentada a sí misma como "antisistema" y que buscaba un rostro más amable para la ultraderecha gala.

Le Pen contaba con "una sorpresa" este 22 de abril que la mantuviera en la carrera por la presidencia gala, pero, a pesar de haberse quedado al margen, el porcentaje de votos obtenido, que según los primeros pronósticos se sitúa entre el 18 y el 20 por ciento, supera al del 16,86 con el que su padre pasó a la segunda vuelta en 2002.

La sucesora de Jean-Marie Le Pen había intentado, desde su investidura como presidenta del Frente Nacional en enero de 2011, consolidar la presencia mediática de su partido y venderlo como la "verdadera alternativa" de Francia en estos comicios.

Abogada de profesión y protagonista a los 43 años de una meteórica carrera en la agrupación fundada por su padre, Le Pen ha centrado en su oposición al euro y a la "Europa de Bruselas" el eje de su campaña.

La ultraderechista ha buscado limpiar la imagen de su partido dentro y fuera de Francia y se ha alejado del discurso de su padre en temas más polémicos, como la Segunda Guerra Mundial o el negacionismo, que a su progenitor le valieron condenas judiciales.

Pero con una apabullante confianza en sus apariciones públicas y un discurso plagado de cifras para demostrar la viabilidad de sus propuestas, se ha mostrado sin embargo igual de dura en asuntos santo y seña de su partido, como la inmigración y el soberanismo.

Ese discurso, sin embargo, no logró hoy el apoyo suficiente entre el electorado, que, según las primeras estimaciones al cierre de los colegios electorales a las 20.00 hora local (18.00 GMT), se decantó por el socialista François Hollande, seguido del actual presidente y aspirante a la reelección, Nicolas Sarkozy.