LA CRISIS financiera ha puesto de manifiesto muchos problemas estructurales de nuestra economía. Uno de ellos ha revelado que, efectivamente, no tenemos ni de lejos "el mejor sistema financiero del mundo", o entidades financieras poco menos que indestructibles.

Si la solvencia de algunas de ellas se ha visto comprometida -cuando no directamente evaporada-, la crisis también ha puesto sobre la mesa prácticas comerciales claramente desleales en la relación proveedor de servicios-usuarios de servicios financieros.

El ejemplo paradigmático son las tristemente famosas participaciones preferentes. Pero más allá de este caso existen multitud de ejemplos en la misma línea. Una mala comercialización aparece en el momento en que se ofrecen productos financieros no adecuados en función del perfil de inversión del cliente. Estos y otros factores dibujan un nuevo entorno en el que se desarrollará la actividad financiera en general y el asesoramiento financiero en particular. Tanto el regulador como los clientes/inversores ya están tomando decisiones dentro de las complejas condiciones de mercado actuales.

Como hemos comentado desde estas líneas, el asesoramiento financiero pasa a ser un servicio de inversión pleno, no accesorio. Este hecho tiene una importancia capital. No solo pretende potenciar el asesoramiento frente a una mera comercialización, sino que la verdadera intención de las autoridades regulatorias es incrementar la defensa del cliente.

El principio básico de la relación con el intermediario financiero es actuar en el mejor interés del cliente. Exigirá compartir y explicar claramente los posibles conflictos de interés y los mecanismos para su gestión y resolución. Se pretende también incrementar la cultura y formación financiera del cliente inversor, que le permita reforzar su iniciativa en su relación con su intermediario. La clara advertencia de los riesgos es clave. Además, se aprecian evidentes cambios en la actitud de los clientes inversores y en su forma de actuar y relacionarse con su intermediario financiero.

El incremento del desempleo y la posibilidad real y efectiva de ver ampliamente reducida la prestación contributiva por jubilación en un futuro son los factores principales que han generado una conciencia creciente de la importancia de una adecuada gestión de las finanzas personales. Y esto va a exigir un mayor esfuerzo a los intermediarios. Los usuarios señalan la cualificación y responsabilidad profesional del asesor como hechos diferenciadores entre intermediarios. Además, suelen ligar lo anterior a la capacidad de estos de ofrecer una verdadera arquitectura abierta: dar un acceso real a una oferta amplia y representativa de la industria más allá de la cartera de productos de su entidad financiera.

En un proceso que ya se dio en sistemas financieros de nuestro entorno, menos bancarizados y con mayor tradición del componente del asesoramiento frente al de comercialización, se detecta una clara preferencia por la independencia y objetividad en el asesoramiento. Y, finalmente, se aprecia un mayor énfasis por parte del inversor en demanda de una información profunda y detallada de las propuestas de inversión.

Todo lo anterior dibujará una industria financiera cada vez más profesionalizada. Es una exigencia, no una opción.

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