No pasa un día sin que el necio y déspota político que está conduciendo a estas Islas al desastre absoluto suelte algún disparate con su discurso torpe, porque Paulino Rivero, a diferencia de los peninsulares, no sabe hablar. Su última estupidez, recogida en nuestra edición de ayer, es que ve un error en que Rajoy no respete la singularidad canaria. ¿Por qué coño este traidor a su tierra no le dice a Rajoy lo que también tendría que haberle dicho a Zapatero, en vez de dejarse embaucar con los cuentos de las aguas y de los 25.000 millones de euros en inversiones para el Archipiélago? ¿Por qué no le dice que el Gobierno de España, sea del color que sea, le falta al respeto a Canarias y a los canarios por el simple hecho de mantener estas Islas sometidas a una vil y anacrónica situación colonial? ¿Por qué no hace este planteamiento? Pues porque ni él, ni su esposa, son canarios. No piden la independencia porque son colaboradores de quienes nos esclavizan desde hace casi seis siglos.

Rivero no puede continuar al frente del Gobierno de Canarias porque es un político derrotado. Son tantos los palos que está recibiendo, que está comprometiendo a su Consejo de Gobierno, a su partido -nadie votará por Coalición Canaria si él y su esposa siguen en esa formación- y a todos los isleños, a los que nos está arruinando y avergonzando ante propios y extraños. Sin embargo, como es propio de un bruto político negarse a cualquier rectificación, ni siquiera ha sido capaz de confesar su última traición a Tenerife, como es la de permitir que la Universidad de La Laguna fuese controlada desde Las Palmas con el sutil subterfugio de que únicamente se trataba de implantar un sistema informático. Si EL DÍA no hubiese levantado la voz, a estas alturas ya se habría cometido otro despojo contra la principal isla del Archipiélago. "No se ha roto nada porque no había nada", sentenció ayer este cínico político. ¿No era nada privar de su personalidad a la auténtica Universidad de Canarias por solera e importancia?

Al respecto, estamos recibiendo muchas llamadas que nos preguntan por la pasividad del rector, cuando no la complicidad, en este asunto de entrega a Las Palmas. ¿Qué es eso de que el distrito único se impondrá en 2013? ¿Es que solo se retrasa un año más el desmantelamiento de la Universidad de La Laguna? ¿Se está comportando el rector como un tinerfeño o como un peninsular al servicio de los canariones, al igual que el traidor político Paulino Rivero?

Como era de esperar, la obligada marcha atrás del Gobierno regional en su intención de implantar el distrito único en detrimento de la Universidad de La Laguna ha sentado mal en la isla de los secarrales. "Desde las principales instituciones grancanarias se lamenta que el Gobierno de Canarias haya cedido a las primeras de cambio ante la Universidad de La Laguna, el Cabildo tinerfeño y el Ayuntamiento de Santa Cruz, que se opusieron a que se gestionase desde la Universidad con sede en Gran Canaria el distrito único", publicaba ayer un periódico amarillo y amarillista editado en Las Palmas. La osadía de los "grandes" del mundo mundial no conoce límites. Ni la desvergüenza tampoco.

Volviendo con el inepto político que nos gobierna, si tan necesitado están de dinero las arcas públicas, ¿por qué no cierra el Parlamento, por lo menos provisionalmente? ¿Por qué no cierra, al menos de momento, el canal uno de la Televisión Canaria, como ya hizo con el segundo? Un medio, al igual que la Radio autonómica, que no sirve para nada, salvo para su apología. Los parlamentarios regionales no pueden seguir cobrando los sueldos que reciben mientras el pueblo pasa hambre. Si quieren sus señorías, que cobren lo que se han aumentado de los sueldos, pero que renuncien a la cantidad principal. Eso es preferible a seguir esquilmando a los trabajadores y a las empresas con nuevos impuestos. ¿Por qué no se suspenden en Canarias, mediante una ley correspondiente, los emolumentos de los concejales y los consejeros de los cabildos? Es decir, ¿por qué no se dejan en suspenso mientras dure la crisis los sueldos que cobran los políticos de todas las corporaciones, sean locales o insulares? Lo justo, insistimos, es que la crisis recaiga sobre las espaldas de todos y no solo sobre las de este sufrido pueblo. Finalmente, ¿por qué no se suprimen los estipendios de Paulino Rivero y de su esposa?