Publicó hace unos días nuestro colaborador José Antonio Infante Burgos un artículo titulado "A la ONU" que nos ha llamado la atención por su interés y clarividencia sobre asuntos cruciales para Canarias. "La consecuencia de no pertenecer a ningún partido será que los molestaré a todos", escribía Infante Burgos citando a George Gordon, más conocido por Lord Byron. Luego añadía un pensamiento de José de San Martín, uno de los héroes en la liberación de América de las garras españolas. "La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien".

Coincidimos con José Antonio Infante cuando apostilla que "la coherencia con uno mismo es el camino, aunque siempre partiendo de que desde el punto de vista de los demás la congruencia ajena siempre es muy difícil de percibir, débil e inexistente, en el oído de lo que uno quiere que le cocinen o expongan".

¿Qué conciencia tienen los políticos canarios?, nos preguntamos a raíz de estas reflexiones. ¿Qué conciencia tienen, a su vez, los jueces que deben condenar a los políticos por todos los perjuicios que le están ocasionando al pueblo? Condenarlos, por qué no, de oficio. Porque no nos cabe ninguna duda de que Paulino Rivero y su esposa deben ser llevados ante un tribunal y sentenciados como culpables de todas las ruindades políticas que han perpetrado contra Canarias, ya sea voluntariamente debido a su despotismo o como consecuencia de su incultura política, ya que ambos han demostrado sobradamente que no están capacitados para gobernar. En caso contrario, Canarias no tendría parada al 32 por ciento de su población laboral. Solo una pareja con la mente en blanco -siempre hablamos en el aspecto político- son capaces de causarle tanto daño a unas Islas que antes eran afortunadas y que hoy se consumen víctimas de un desempleo brutal; una situación que ocasiona las vergonzosas y vergonzantes colas del hambre, las listas de espera para recibir atención hospitalaria y la emigración, por citar solo tres de los grandes males de nuestra tierra. Una tragedia colectiva que tiene claros culpables. Junto a esta pareja debería ser condenado, igualmente, el partido en el que militan, Coalición Canaria, por seguir sosteniéndolos; por no obligarlos a dimitir y desterrarse para siempre de un Archipiélago que han arruinado.

Si Paulino Rivero hubiese sido un nacionalista auténtico, hace tiempo que habría planteado ante las instancias gubernamentales de la metrópoli la exigencia de liberar a Canarias del yugo colonial. Pero no lo ha hecho. "Solo la Asamblea General de las Naciones Unidas tiene la potestad para incluir a las Islas Canarias en la lista de territorios no autónomos del Comité de Descolonización de la ONU (el Comité)", recoge también Infante Burgos en el citado artículo. "También conviene saber que solo un sujeto del Derecho Internacional (un gobierno extranjero, Unión Africana, etc.) puede pedir a la Asamblea General de la ONU la inclusión de la colonia de Canarias en dicha lista del Comité... Los canarios no podemos intervenir en la Asamblea General de la ONU".

No podemos hacerlo, añadimos por nuestra parte, porque somos esclavos coloniales de los españoles. La diplomacia española ha movido convenientemente los hilos en el escenario internacional para que el Comité de Descolonización de los Pueblos no incluya al Archipiélago canario en la lista de territorios colonizados, pese a que somos una descarada colonia disfrazada, de forma todavía más descarada, de comunidad autónoma. Somos la colonia más antigua de España y de Europa. Padecemos una situación absurda por historia, por geografía, por humanidad y por sentido común. Bastaría, lo hemos dicho en repetidas ocasiones, con que una sola institución democrática de Canarias solicitase formalmente nuestra independencia para que se pusiera en marcha un proceso que ya no se detendría hasta que fuésemos una nación soberana con su estado, pues eso es, en justicia, lo que nos corresponde ser.

Lamentablemente, Paulino Rivero no es un José de San Martín, ni un Simón Bolívar ni un José Martí de la independencia canaria. Rivero, lo demuestran sus hechos y la innegable realidad de que 362.300 personas estén sin trabajo en Canarias, es un político incapaz al que su propio partido debería expulsar del cargo que ocupa por su propia voluntad, aconsejado convenientemente por la zarina, no va a abandonar la poltrona pese a la miseria que su Gobierno de títeres políticos está propiciando en unas Islas con suficientes recursos para no conocer el hambre, la emigración y hasta la muerte de sus ciudadanos.