No es que vayan a escasear, no; pero a veces vaya si cuesta dar en el clavo -en el hervor, diríase en clave culinaria- cuando de elegir un restaurante de factura clásica se trata para un antojo. Ir a tiro hecho para salir satisfecho tras brindarse un homenaje entre el granado recetario de la cocina española no es siempre, aunque parezca mentira, tarea fácil.

Tanto por su meticulosidad, cuidado del producto y por el estilo personal con el que interpreta e imprime gusto a las elaboraciones ya universales, el chef Alejandro Gil López hace que Las Lanzas pueda ser, perfectamente, "punta de idem" en el Sur tinerfeño.

Una ensalada de anchoas y ventresca de atún, que aparece como entrante, va a procurarnos lo que de verdad es un "sray marino" prodigioso. Ensamblaje muy bien compensado del verde, con los frutos del mar procedente de Santoña (Cantabria), que espolean ahora en el paladar con un Blanco Milmanda 2008 de Bodegas Torres. Caldo prodigioso, un espectáculo en nariz y boca que también repunta en un impecable espárrago relleno de gamba, mejillón y chipirón. Perfecta y aligerada la bechamel y cada sabor reconocible sin que el conjunto se convierta en un "totum revolutum" como muchas veces se da al uso en este tipo de preparaciones.

La jefe de sala, Silvia Mayo, trae ahora un rollito de rodaballo con acelgas, correcto, pero, es la propuesta cárnica -por calidad y tipo de corte- la que sorprende por su intensa jugosidad y explosión de sabor. Es este solomillo con salsa Roquefort una muestra de la finura y experiencia del jefe de cocina, que una vez más toma senderos agasajadores con otra joya de Bodegas Torres, un sosegado Tinto Mas La Plana 2007.

Es evidente que Alejandro Gil "tiene mano" en los fogones y tiene la versatilidad de "marcarse" esas paletillas de cordero o el cochinillo (de DO) por encargo. Luego el comensal, a disfrutar.