HOY voy a hablaros de viejos maestros nacionales que ya no ejercían aquí y estaban jubilados. A don José Navajas, que parecía un Goliat por su corpulencia, le vi un día en la consulta del Dr. Calamita. Y al señor Diego Cuscoy con ocasión de ser nuestro promotor y asesor cuando decidimos publicar programas festeros, en los que colaboré y conservé como un tesoro literario. Gran figura lírica aquel que decía lo del mar con su rumor de caracolas.

Una de las escuelas públicas de Los Cristianos estaba en un local propiedad de la familia de don José Martín, conocida por los Artistas. Había otra en un local cercano a la playa, creo que de don José Reverón Tacoronte, tío carnal de mi esposa y fiel compañera.

Según mis datos, la primera escuela que el ayuntamiento construyó fue en un solar al comienzo de la calle principal del pueblo, frente a la gasolinera Disa. Doña Amalia, propietaria, no quiso vender y se inició el expediente de expropiación. Yo, como juez de paz titular, estuve presente en el acto, presidido por el alcalde accidental, don Antonio Domínguez Alfonso, y secretario también accidental, don José D. Pérez Reverón. Este edificio ya no es escuela, ya que al constituirse los grupos escolares dejó de tener este uso y hoy radican en él dependencias del ayuntamiento.

Y ahora iremos dejando volar la memoria para citar a los maestros que impartieron la enseñanza a varias generaciones; algunos de ellos lo fueron de mis hijos. Y ahí van los nombres de Juan Sabater Carrión, Raidez González Luis, Dacio Pestano Ferrera, Antonio Feo, Natividad Velasco Moreno y un largo etcétera que se escapa a mi memoria.

Pero quiero volver a citar a Ramón Caeiro Cha, ilustre gallego, experto latinista, que aunque su docencia fue en el casco de Arona, hoy comparte su jubilación entre Santa Cruz y Los Cristianos. Fue, conmigo, el alma máter de los programas festeros de Los Cristianos y Arona. Decir que conservo estos programas como un tesoro en el corazón y algunos de ellos fueron publicados por EL DÍA, siempre atento a los aconteceres literarios de la noble tierra tinerfeña. Recordar, porque es de ley, que hace muchos años don Ramón sufrió un grave accidente de circulación en compañía del vecino de Arona, ya fallecido, Antonio Linares Melo, y que resultó ileso. Esto quedó reseñado en mi libro "40 años de medicina rural en Arona", en el que dediqué un capítulo a este buen amigo.

Me encontraba esa tarde en el bar Estocolmo en unión de mi buen y recordado amigo el Dr. Juan Bethencourt Fumero, del que fui compañero de facultad en Salamanca (curso 1947-48) y ambos fuimos a atender al herido, que se destrozó materialmente su rostro. Todo lo que de cirugía sé, incluida la facial, se lo debo a mi amigo Juan y la labor de partero u obstetra, como quieran ustedes llamarlo, a mi jefe José Manuel Calamita González.

Y así las pequeñas historias de un pueblo noble que ha logrado con su bien hacer colocar el nombre de Tenerife y de Los Cristianos en lo más alto.