"Alguien tenía que asumir el reto de sacar a la luz estos hechos, aunque fuera de una manera más balsámica para que pudieran llegar al público en general". A partir de esta reflexión, el escritor orotavense Juan Bosco (1973) desvela las claves ocultas en "La lista", una novela en el que se mezcla realidad y ficción alrededor de una trama que profundiza en unos episodios de la represión franquista que se vivieron en la villa norteña. "El miedo se apoderó de todo y de todos porque cualquier atisbo de resistencia era aplacado a golpes", argumenta Bosco en relación a una obra cuya trama comienza a madurar en los albores de la posguerra.

¿Qué tiene de distinto "La lista" en relación a sus anteriores proyectos literarios?

En este libro hablo de la temida y siempre polémica represión franquista que se vivió en La Orotava entre los años 1939 y 1940. Todo lo que cuento en él aporta un punto de distinción bastante triste, pero "La lista" es un reclamo de la atención general sobre una parte de la historia de Tenerife que ha sido ignorada u obviada de manera deliberada. Es importante echar fuera los fantasmas del pasado para seguir adelante.

¿Cómo llegó a la trama sobre la que circula esta novela?

Tenía la obligación moral de escribir de una parte de nuestra historia que ha sido silenciada. Más allá de dar forma a otro libro que tratara el tema de la Guerra Civil, lo que he intentado hacer es crear un marco emocional para que el lector vaya al encuentro de unos sucesos que tuvieron que sufrir nuestros padres y abuelos en aquellos años. Ahí está el sustrato de lo que somos y cómo hemos llegado aquí.

Antes habló de unos fantasmas que hay que echar de nuestras vidas... ¿Quedan muchos espectros por derrotar relacionados con la Guerra Civil?

Quedan demasiados; muchos más de los que podemos imaginar. Hay un dato terrible que marca la diferencia entre Canarias y el resto del estado español: aquí no hubo contienda. A pesar de que en las Islas no existió una lucha armada como tal, sí que se dieron unas desapariciones programadas en un margen de tiempo muy corto. Miles de personas, de las que apenas existen registros oficiales, acabaron en el mar. En el mismo mar que admiramos porque es nuestra joya más preciada, pero que en aquellos años se tragó a todos los que después de la guerra se convirtieron en un elemento incómodo.

¿A partir de esa visión, y después de todo lo que se ha hablado ya del asunto, restablecer la memoria histórica se antoja una misión compleja?

En todas las guerras siempre hay armas y la gente se mata entre sí, pero cuando se mata a la gente sin que haya un conflicto bélico por medio eso solo tiene un nombre: genocidio. Por el simple hecho de tener que utilizar ese concepto, que es de un calibre semántico brutal, aquí no se puede decir que hay una memoria restablecida. Entre otras cosas, porque en Canarias no hay conciencia del terrible impacto que tuvo la represión. Por venir de una tradición clasista bastante marcada, con un más que evidente vasallaje hacia los más pudientes, todos los hechos fueron taponados con una losa de silencio que fue defendida durante años por las instituciones públicas. Al final, el miedo se apoderó de todo y de todos porque cualquier atisbo de resistencia era aplacado a golpes o poniendo por delante la amenaza de la ejecución. De aquellas aguas vinieron los lodos que todavía estamos achicando.

¿Cuáles fueron las sensaciones que tuvo al acabar "La lista"?

Si hablamos de creación literaria, "La lista" no es el libro que más me apetecía escribir, pero sentía que tenía una obligación moral. Sobre todo, después de la enorme cantidad de información a la que tuve acceso en forma de tradición oral, leyendas que había escuchado en La Orotava o incluso visitando lugares en los que se dieron sucesos vinculados con la represión. El ámbito de la literatura es el mejor para transmitir una serie de ideas que escritas en un manual de historias suelen ser muy crudas y que incluso podrían causar un rechazo mayor. Cuando una realidad logra combinarse con todos los aderezos que se dan en una trama novelística el lector toma conciencia de unos hechos que son históricos.

¿Por la temática que aborda en la obra se puede prever que ésta podría tener un recorrido exitoso no solo en el Archipiélago, sino fuera de él?

La clave para entender lo que ha pasado en torno a "La lista" tiene que ver con el hecho de que es una novela que viene de fuera a Canarias, es decir, no es que tenga posibilidades de cruzar el charco, sino que este libro se ha hecho con un hueco en la Península antes de buscar el espacio que se merece en las Islas. "La lista" sale con una editorial que tiene su sede en Barcelona y que se llama Principal de los Libros -que tiene una distribución en toda España- y, gracias a Dios, está teniendo una gran repercusión en todo el país. Me encuentro en un estado de constante satisfacción personal y profesional porque ni en mis mejores sueños creí que esto me podía ocurrir a mí.

¿Ha sido complicado conquistar el interés de unos editores peninsulares desde Canarias?

Llamar la atención de una empresa editorial de ámbito estatal cuesta mucho. Sobre todo, cuando uno no tiene padrinos ni dispone de los mecanismos necesarios para que te hagan un poco de caso. En ese sentido, "La lista" tuvo que superar un proceso muy complicado que duró más de tres años. Esta novela fue revisada con lupa por muchos técnicos de lectura, editores, agentes literarios... Poco a poco, los exámenes se fueron superando hasta que el texto llegó hasta donde yo había soñado que llegara. Estamos en un momento, al igual que ocurre con otros sectores ligados a la actividad cultural, en los que hay mucha saturación. Cada año salen

en España 70.000 libros nuevos y es difícil conquistar un espacio. El hecho de que uno de esos libros pueda convertirse en un producto bien vendido es una lotería que un escritor no puede controlar.