David Hockney es un joven artista que a sus setenta y cuatro años y con una carrera consolidada no deja de investigar, de renovarse, de utilizar nuevos lenguajes y de asumir nuevos retos, como la exposición que hoy abre sus puertas en el Museo Guggenheim de Bilbao.

Lejos de ser una retrospectiva, la muestra exhibe el trabajo de los últimos años del artista, considerado como el pintor británico en activo más importante, que ha vuelto su mirada a los paisajes de su Yorkshire natal para crear unas obras que nada tienen que ver con sus famosas piscinas de Los Ángeles ni con sus composiciones creadas a partir de fotos de Polaroid.

Interesado desde los inicios de su trayectoria en investigar cómo las cámaras y las lentes cambian la visión del hombre, a partir de 2005 rechazó trabajar con cámaras fotográficas y se centró en los paisajes de Yorkshire, con una luz y unos colores muy diferentes de los de California.

Tras más de treinta años viviendo en Estados Unidos, Hockney se trasladó a su ciudad natal para visitar a su amigo Jonathan Silver y, a la muerte de este, decidió quedarse.

El recorrido que día tras día realizaba en coche hasta casa de su amigo es protagonista de una serie de sus pinturas, en las que se reflejan los cambios que va experimentando la naturaleza en las diferentes estaciones.

Hockney tiene a Pablo Picasso como su principal héroe, y a él alude de modo reiterado, en unas obras en las que está presente la influencia de los grandes paisajistas clásicos, como Turner, Claudio de Lorena o John Constable junto a la de los impresionistas o postimpresionistas.

La experiencia de trabajar al aire libre con una dedicación tan intensa y durante tantos años le ha convertido en un artista extremadamente sensible a los matices de cada estación, a los diferentes momentos del día y a los variados tonos de luces.

Como una explosión de color, los cuadros de grandes dimensiones de Hockney llenan y dan perspectiva a los amplios espacios del Museo Guggenheim, donde han llegado tras la exposición organizada en la Royal Academy de Londres y desde donde viajarán posteriormente al Museo Ludwig de Colonia.

En una de las salas del museo Guggenheim se despliega "La llegada de la primavera en Woldgate", un homenaje a la naturaleza compuesto por una gran pintura formada por 32 lienzos rodeada por 51 dibujos realizados con iPad e impresos sobre papel y aluminio que muestran el cambio desde el invierno hasta el final de la primavera.

La impresionante pieza "Un mensaje más amplio", inspirada en "El sermón de la montaña" (1656), de Claudio de Lorena, ocupa otro de los grandes espacios del museo.

Hockney se sintió fascinado por este trabajo y por el efecto espacial que el artista consiguió. Esto le llevó a realizar una serie de interpretaciones de la obra, cada una de ellas con un estilo pictórico muy diferente que deja prueba de la maestría del creador británico.

En esta obra es en las única de toda la exposición en la que Hockney ha pintado la figura humana.

Con su gorra blanca, su impecable traje ingles y ayudado por su bastón, Hockney comprobaba en estos días con sus vivos ojos el resultado del montaje de la muestra, en la que ha trabajado junto a los comisarios Edith Devaney, de la Royal Academy, y Marco Livingstone.

A excepción de una sección en la que se muestran los antecedentes del artista con una serie de pinturas de paisajes de Estados Unidos, en las que destacan las del Gran Cañón, la exposición se compone de los trabajos realizados por Hockney desde 2005.

Para Hockney, dibujar con iPad es un medio tan serio y válido como hacerlo con acuarela, óleo o lápiz. Con una mente joven y en continúo movimiento, el británico muestra al público a través de varios vídeos su forma de trabajar con esta aplicación, así como sus películas realizadas con 9 y 18 cámaras digitales colocadas en un vehículo, en un ejemplo de su interés por seguir investigando.