LA JORNADA respondió a lo que ha sido la temporada en el Grupo I de la Segunda División B. Perdieron los clasificados entre el segundo y el sexto, dejando la brillantez y la regularidad para el Real Madrid Castilla. Y entre el undécimo y el decimooctavo ganaron todos (excepto el Marino), con lo que el Toledo descendió goleando en la última jornada al tercero (4-0). Una locura de grupo al que unos califican como el más fuerte e igualado y otros como el peor en calidad futbolística con diferencia si atendemos a la cantidad de derrotas de los de arriba en comparación con el resto de la Segunda División B.

A todas estas, el Tenerife se queda segundo porque también perdieron sus rivales directos, no por méritos propios. Porque contra el Alcalá realizó una nuevo ejercicio de impotencia que enfadó a una afición dispuesta a festejar la clasificación para el "play-off" y que acabó pitando a su equipo y demostrando que el matrimonio entre afición y plantilla tiene tantas fisuras como el juego que exhiben sobre el césped los llamados a devolver a los insulares al fútbol profesional.

No es que faltaran ganas, pero sí la intensidad de las dos últimas semanas. Y cuando un conjunto no anda sobrado se le notan las carencias como se le vieron ayer a los blanquiazules. La imagen del 1-1, con los centrales protagonizando aquella famosa película "Tú a Boston y yo a California" por lo separados que estaban sirve como ejemplo.

Y el partido en sí también vale como referencia de lo que han sido las 37 jornadas anteriores. Por respetar, el Tenerife hasta respetó su tradición de perder con los equipos que pelean por la permanencia (se dejó puntos ¡¡contra los nueve últimos de la clasificación!!). Menos mal que las eliminatorias de ascenso se juegan contra los de arriba y la escuadra blanquiazul ha hecho mejores números contra sus rivales directos, justo cuando mayor atención pone para tapar sus "vergüenzas". Ojalá esto último sea un presagio para lo que desea la Isla: tres eliminatorias y una fiesta.

Lo único rescatable del que esperemos sea el último bochorno de la temporada fue la presencia como titular del canterano Sandro, que dio la asistencia del primer gol y demostró que él (y algún otro) podía haber tenido una oportunidad antes.