¿QUÉ HA OCURRIDO con las cajas de ahorros y monte de piedad de Canarias, que han desaparecido; los canariones engullidos por Madrid y los de nuestra provincia por los catalanes? ¿Qué demonios ha pasado en el mundo para que ahora resulte que somos unos inútiles? ¿Qué va a suceder con las obras de caridad, cultura, beneficencia, ahorro y ayuda que desempeñaban las cajas, que no andaban detrás del dividendo, sino tratando de ayudar al prójimo?

Son preguntas que me formula D. José María Segovia y la verdad es que no tengo la contestación. Lo más que puedo hacer es contarle unas batallitas, porque creo que de alguna forma puede compararse con el desastre de Filipinas o Cuba en el contexto de la guerra hispano-estadounidense por el control de esas colonias, en Asia y América. Hay una constante: la flota española, en los enfrentamientos navales de Cavite y Santiago, fue mayoritariamente embarrancada, casi sin disparar. Los estudiosos independientes, que no se creen parte de las versiones oficiales, atribuían previamente una superioridad a los norteamericanos que se basaba principalmente en sus piezas de tiro rápido y en sus cañones de gran calibre, de los que carecían las dos escuadras españolas, con buques un poco más viejos, aunque, desmontando las versiones del desequilibrio absoluto entre ambos contendientes, la mayoría se encontraba en la mitad de su ciclo de vida.

Este es un hecho a recalcar y que reiteradamente ha apuntado el doctor de Historia Contemporánea D. Agustín Ramón Rodríguez González, desterrando por completo la tesis de que la escuadra hispánica, compuesta por embarcaciones de madera, se enfrentó valientemente con una todopoderosa flota de acorazados, teoría alentada y divulgada para eximir de culpa a los responsables de tan magno desastre naval. No fue así, las fuerzas estaban más equilibradas de lo que se dijo después. Cierto es, repito, que manejaban mayor alcance y en dotación, mantenimiento o preparación contaban con ventajas cruciales, pero, a la hora de la verdad, en la Bahía de Manila los yankees hicieron 5.859 disparos, de los que solo 145 lograron objetivos nítidos o parciales. Sus cañones de 152 mm solo consiguieron un ridículo 1% de impactos; los de 127 alcanzaron el 3,5% y solo los de 203 tuvieron un aceptable 9%, siendo los que más daño hicieron.

En Santiago de Cuba ocurrió lo mismo. Al final de la batalla, sólo el contratorpedero "Plutón" había sido hundido directamente por los pérfidos disparos bárbaros, mientras que el resto de la armada dañada por el fuego hostil fue embarrancada por los propios capitanes. En ambas ocasiones, las flotas mandadas por los almirantes Patricio Montojo y Pasarón y Pascual Cervera y Topete se metieron previamente -por la incapacidad de los líderes políticos que alentaban una opinión pública que aún se creía el ombligo del mundo y que pedía el bombardeo de Nueva York o Miami más la rendición incondicional de la USN (United States Navy), también llamada U.S. Navy- en la cueva del lobo cometiendo errores garrafales para pasearse literalmente en el combate como marionetas de carrusel por la costa para hundirse cerca de ella. Un desastre mayor, por la falta de convicción en la victoria, al que la desigualdad de fuerzas propiciaba y que no sucedió en la bahía de Santa Cruz o Las Palmas, porque los americanos no se interesaron por Canarias.

Y lo mismo parece haber acontecido recientemente con las cajas de ahorros y todo el sistema financiero. Un desastre. Con la prima de riesgo tocando los 492 puntos a pesar de las baterías indiscriminadas de medidas conservadoras implementadas desde hace meses por el gobierno del PP, en lo que se refiere a la crisis financiera el papel de gestión deficiente del Banco de España aparece ahora como un buque que ha buscado cobardemente la costa para que, si es hundido, se puedan salvar sus mandos. Aun así, las críticas a Miguel A. Fernández Ordóñez (MAFO), gobernador del Banco de España, o a Rodrigo Rato, expresidente de Bankia, según sea la orientación política de cada cual no hace más que desviar la atención sobre el verdadero peligro actual de un embarrancamiento colectivo por la aparición de cada vez más bajíos en la exposición a los gangrenosos y en aumento -por el empobrecimiento de la población- activos tóxicos del sector inmobiliario.

Amigo José María, las cajas se convirtieron en mitad agencias inmobiliarias y mitad ordenadores.

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