Sin pretender notoriedad personal, la naturaleza lo ha hecho ir creciendo, pero desde la raíz, la misma que alimenta al árbol del aderno, esa especie de la laurisilva que evoca los tiempos de su niñez en Buenavista del Norte y le procura el necesario arraigo. Y es así como, después de 20 años, Teobaldo Méndez mantiene en su punto el obrador más dulce de cuantos existen en las Islas.

En sus comienzos, allá por 1991, Teobaldo y Mayte aprovecharon las recetas de sus familias, de una parte la base de la repostería tradicional del negocio que regentaban sus suegros y, de otra, la inspiración heredada de la tía Eladia, hermana de su padre, para iniciar una andadura que hoy continúa en el antiguo empaquetado de la calle La Alhóndiga.

Pero, ciertamente, esta mezcla quedaría incompleta si no se le incorporase el talento innato; un puñado de innovación, espolvoreada por la precisa investigación; la formación continua y ese baño, a buena temperatura, que supone la búsqueda constante de sabores y texturas novedosas, algo que es privilegio de unos pocos.

Teobaldo Méndez se ha formado en los mejores ámbitos de la repostería (Barcelona, París, Madrid), trabajando mano a mano con figuras de la talla de Ferrán Adrià; el gran Pierre Hermé o los reconocidos Oriol Balaguer; Paco Torreblanca: Joseph Balcells... Y los profesionales del obrador han bebido de las escuelas de pastelería nacionales y europeas.

Y desde esta filosofía, desde la constancia, se ha ido modelando El Aderno: una marca única que, sin olvidar la esencia y el carácter artesano del primer día, también ha sabido explorar y dotar con un alto grado de creatividad y calidad toda su gama de productos.

Así es como la pastelería tradicional canaria, en especial los rosquetes, se han llegado a convertir en una seña de identidad. Esos rosquetes preparados a base de huevo, aceite y harina, fritos y recubiertos con una capa de almíbar, o bien los de nata y los de vino, estos últimos elaborados artesanalmente a base de aceite, vino blanco y harina, recubiertos con una capa de almíbar, son un elemento típico. Al día pueden elaborarse hasta sesenta kilos.

Pero basta observar la laboriosidad que se respira en la sala de corte y rellenos; el grado de aplicación en la dependencia de horno y cocción o el aroma del espacio reservado al chocolate para entender cómo El Aderno ha sabido conjugar las recetas de toda la vida con los productos más innovadores del mercado.

Entre sus productos destacan los bombones artesanales; las deliciosas tartas; los mousses; una amplia gama de bollería hojaldrada; pasteles y tartaletas; los mantecados, las truchas de cabello de ángel y de batata; los merengues de almendra; las tartas milana, de almendras y mazapán; el bizcochón, las trufas, el roscón de Reyes... y los panes.

El obrador más dulce.