A lo largo de la historia, se han utilizado diferentes tipos de madera para el envejecimiento de los vinos. En la fabricación de las barricas se ha empleado el castaño, el cerezo o la tea entre otros, pero sin duda, el roble, ha sido la madera predilecta de los elaboradores. El roble pertenece al Género Quercus, representado por más de 250 especies de árboles que crecen la mayoría en las regiones templadas, tropicales y subtropicales del hemisferio norte. Las especies más utilizadas en la industria tonelera son;

•Quercus pedunculata (Quercus Robur) denominado roble común, procedente de Europa central, hasta los Urales y el Caúcaso.

•Quercus sessilis (Quercus Petraea) roble albar, cultivado en numerosas regiones de Francia como; Allier, Nevers, Vosges, Argonne, Limousin, Tronçais, Bertrange...

•Quercus alba (roble blanco o americano), plantado mayoritariamente en Missouri, Kentucky y Tennesee. (característico en el envejecimiento del destilado americano por excelencia, el Bourbon Whiskey).

Las principales ventajas de estas especies de roble radican en que son maderas muy resistentes siendo a su vez fáciles de curvar y moldear para dar la forma definitiva a la barrica. Poseen un buen aislamiento térmico que permite conservar el frescor de su contenido. Tienen una porosidad ligera, ideal para las oxidaciones y fenómenos físico-químicos que intervienen en la crianza de los vinos, teniendo la propiedad de ser un recipiente muy estanco. El roble, confiere a los vinos una coloración y aroma particular.

Para la fabricación de las barricas, es preciso conseguir un buen secado de las duelas (cada una de las piezas de madera que formarán el envase), se trata de un secado natural, al aire libre, durante un mínimo de tres años para el roble americano y año y medio para el roble francés, proceso que permitirá a los rayos ultravioletas del sol y a las agua de las lluvias, eliminar las sustancias amargas indeseables que, de otra forma, dañarían la calidad del vino. Existe la posibilidad de un secado artificial en estufas, pero la experiencia demuestra que, en la degustación, las barricas procedentes de duelas secadas artificialmente aportan al vino un aroma a madera nueva demasiado intenso, así como un carácter astringente en la fase gustativa demasiado pronunciado. Esto se debe a que la duela se seca en la parte externa, quedando las sustancias verdes y amargas en el interior de la misma. Los resultados obtenidos de un secado al aire libre, confirman un aroma muy elegante de madera y mucha redondez en boca.

Es preciso una buena elección de las barricas, así como el tiempo de envejecimiento que se decida para los vinos, todo ello en función de la variedad y la cosecha. El objetivo principal debe consistir en una armonía entre las propiedades del vino y el aporte de la barrica, persiguiendo una fusión elegante de sensaciones, en definitiva, un buen equilibrio. ¡Salud!