1.- Lo preocupado que tiene que estar el rey de las Españas porque unos cuantos concejales de Santa Cruz hayan pedido su abdicación. "Ese ", dirá el monarca, "¿quién será?". Bueno, no se preocupe usted, don JuanCarlos, que también unos ediles laguneros, creo que de la UPC, de funesta memoria, felicitaron una vez a LeónidasBreznev por el aniversario de la revolución bolchevique. Dicen que a Breznev, cuando recibió el telegrama, le caían las lágrimas como chochos. Claro, que los alisios vuelven loca a la gente; o sea, que no me extraña que los señores concejales de Santa Cruz, como aquellos de La Laguna, hayan sufrido estos días los efectos de la ventisca majareta de la corriente atlántica. Y eso. Este surrealismo nuestro, tan entrañable y superficial, habla de nuestra endeblez como pueblo. ¿Qué hace un godo como , godo inmisericorde, dictando en Canarias la política de abdicaciones? Si estuviera, un suponer, en Cuenca, con doña ÁngelaMena, sería otra cosa. Por cierto que doña Ángela salía este domingo del Club Oliver -hay que ver cómo le gusta al mago la cubertería de plata y tirarse los pedos en las mismas sillas que la tontería de Santa Cruz-, en compañía de los esposos Alberto/Tejedor. Ay. 2.- Dio la terrible casualidad de que cuando ellos salían yo subía por el Camino Oliver con mi modesto y renqueante vehículo; miré a la izquierda, para fijarme en tanto "Jaguar" aparcado -y añorado- y pude verla a ella, camisa blanca, atravesar aquella puerta, como una faraona. Como una nueva rica. Pero hay más nuevos ricos porque Bermúdez y Xuancar, un suponer, también alcanzaron el oliverato, para mayor honra y gloria de sí mismos. Ay, Señor. Las sociedades cambian, evolucionan. Ya no somos los mismos, hemos pasado de moda, ahora revolotean por los cenáculos otras jetas que no son las de toda la vida, sino las de una nueva vida. Yo me quedé en BarryWhite y ellos están en Maná, o sea.

3.- Ya el Chicharro no es el mismo. Como decía don LupicinoArbelo, "ni el Ford es coche, ni el mago es persona". Han llegado hasta magos navegados para blanquear la raza, como mandaban españoles a Cuba en los tiempos del general Weyler; y antes. Y ahí nació el mestizaje, del que ahora disfrutamos. A Paulino no lo vi, quizá volaba en el autogiro a uno de sus destinos dominicales ignotos. Pero sí a ella, con carita de haberse metido entre pecho y espalda uno de esos centros de solomillo que prepara el cocinero del Oliver. Yo había comido en "Los huevos duros", lo juro por mi madre, un arroz caldoso que estaba para chuparse los dedos. Es que todavía hay clases.

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