LA SITUACIÓN en Grecia es muy grave. El nuevo Parlamento ha durado exactamente doce días. Todo un récord. Han vuelto a convocar elecciones para el próximo 17 de junio ante la imposibilidad de formar gobierno. Mi apuesta es que los resultados en Grecia se van a radicalizar aún más.

La incertidumbre política eleva a nuevos máximos las dudas sobre la continuidad de dicho país en el euro. La realidad es que los griegos no pueden, ni van a poder, pagar lo que deben. Incluso si cumplieran todos los planes de ajuste su deuda todavía sería el 120% de su Producto Interior Bruto en 2020.

La situación actual de Grecia tiene mucho que ver con la estupidez y la codicia de los políticos griegos. Despilfarraron recursos generando enormes programas de empleo público inoperantes pero que generaban multitud de estómagos agradecidos al partido y alimentaban una espiral de corrupción.

Grecia vivió en la última década por encima de sus posibilidades en medio de una ilusión de riqueza y bienestar. Una ilusión generada por políticas populistas no muy diferentes de la de ciertos regímenes latinoamericanos. Políticas que son pan para hoy y hambre para mañana, pero que permiten a los políticos ganar elecciones y llenarse los bolsillos a costa de la ignorancia del pueblo.

Los salarios del sector público y privado aumentaron persistentemente por encima del aumento de la productividad, lo que les hizo ganar apoyos políticos internos pero perder competitividad internacional. Pan y circo.

Como te habrás dado cuenta, no hay unos malvados mercados acechando para destruir países estables, sino políticas erróneas y políticos corruptos que llevan a los países a la ruina. También te habrás dado cuenta de que las políticas griegas no son muy diferentes de las políticas implantadas en España.

No voy a discutir aquí todas las posibles soluciones teóricas a la crisis del euro -eso ya lo hice el pasado noviembre en un artículo titulado "Peligro de devaluación y salida del euro" en mi blog www.menceymacro.com-, sino que me voy a centrar en las dos más obvias.

Si quieren mantener a todos los países dentro de la prisión del euro hay dos opciones: o Alemania se convierte en la prostituta de Europa y se dedica a mantener y subsidiar eternamente a determinadas economías del Sur, la española incluida, o se crea un superministerio fiscal en Frankfurt que emita todos los bonos europeos y dicte la política fiscal de todos los países. Esta solución consiste básicamente en que el resto de Europa pase a ser un protectorado alemán.

Sinceramente, ni veo a los alemanes dispuestos a ser la puta de Europa ni veo a los franceses dispuestos a que Francia se convierta en una provincia alemana. Hollande no parece dispuesto a aceptar las políticas de austeridad que exige Alemania para abrir la cartera y poner los billetes. Las últimas elecciones muestran que los griegos y otros europeos del Sur tampoco están dispuestos a tomar las medidas de austeridad necesarias, por lo que la única solución para que estos países las cumplan y acepten sería abolir sus democracias.

La otra solución es que dejen escapar de la prisión del euro a aquellos países que claramente nunca debían haber entrado. Específicamente Grecia, Portugal, España e Italia. La salida del euro de Grecia provocaría una fuga masiva de capitales de todos los países con alguna probabilidad de salir del euro. Esto incluiría a los países antes mencionados, además de Irlanda y Francia. Cualquier ahorrador mínimamente sofisticado -que pensara que la probabilidad de salida del euro es mayor que cero- trataría de poner su dinero a buen recaudo en otro país para evitar una devaluación del 40 al 60%.

La única forma de evitar que esta fuga de capitales ocurra es poner controles, es decir, limitar la libre circulación de capitales dentro de la Unión Europea. Esta es la razón por la que los controles de capitales para impedir que puedas sacar tu dinero de España pueden estar mucho más cerca de lo que te imaginas.

Con ello la prisión sería doble. Los países están atrapados dentro de la prisión económica del euro y los ciudadanos quedarían presos de sus propios gobiernos cleptocráticos e irresponsables. La única forma de mantener este sueño de Eurodisney de los burócratas en Bruselas es eliminando la democracia y las libertades de los ciudadanos. Eso sí, mientras construyen su Eurodisney fascista les seguirán echando la culpa a los mercados mediante los medios de propaganda.

La estrategia no es nueva, ya la empleó Hitler en su día con judíos y liberales.