"Me preocupa lo que ocurre en el torneo de Roland Garros como aficionado y español. Federer y Djokovic, dos grandes campeones, llegarán cansados tras jugar cinco sets en cuartos y enfrentarse en semifinales y eso es bueno para nuestro Nadal". Está claro, según lo afirmado, que el tenis es una de las grandes pasiones de Luis Alberto de Cuenca y Prado (Madrid, 1950), pero ni mucho menos la única. Poeta, ensayista, filólogo, traductor, investigador del CSIC, amante del cómic, de la música, del cine y del fútbol, De Cuenca, exdirector de la Biblioteca Nacional (1996-2000) y ex secretario de Estado de Cultura en el Gobierno de Aznar (2000-2004), estuvo en Santa Cruz para ofrecer en el Real Casino de Tenerife su conferencia "La brisa de la calle". Hombre dialogante, afable, optimista -"pese al delicado momento actual, este país va a salir"- y culto en el más amplio sentido "renacentista", no reniega de su experiencia en política e incluso es benévolo con los profesionales de la cosa pública: "El porcentaje de canallas es idéntico al de cualquier otra actividad".

¿Por qué ha titulado "La brisa de la calle" su conferencia?

La idea era ofrecer un recital comentado sobre la antología de mi obra que acabo de publicar con poemas elegidos por mí, titulada "Por la calle del tiempo". El nombre de "La brisa de la calle" corresponde a la tercera parte de uno de mis trabajos fundamentales, "La caja de plata" (1995). Esa "brisa" me llevó a una poesía más abierta y novedosa que la anterior.

¿Qué es poesía? Y, por favor, no me responda que soy yo.

(Risas). Es la quintaesencia de la literatura, la literatura en estado puro. Mucho más la poesía épica de raíz popular que la lírica. Ahora apenas existe, aunque hay ejemplos como el del canario Justo Jorge Padrón, porque no hay un pueblo que escuche en las plazas o al calor de las hogueras al vate cuando recita sus versos.

¿Los actuales son malos tiempos para la lírica, como decía la letra de una canción en los ochenta?

Todos los tiempos son igual de buenos o de malos porque la poesía está en el corazón de los seres humanos. Mientras haya hombres, habrá poesía. Lo que ocurre es que cuando existía la épica había una recepción popular mucho mayor. Pero la lírica está ahí desde el siglo VI a. de C.

¿Cómo ve el panorama del país? Priman tal vez la tristeza, el pesimismo, la resignación...

Prefiero pesimismo, que puede ser realismo, si se quiere, pero resignación nunca. Había que tomar medidas, se han tomado y me temo que todavía habrá que tomar más. Pero estoy seguro de que este país saldrá adelante de la mano de sus hermanos europeos.

Canarias está en el furgón de cola nacional en índice de lectura. ¿Qué le sugiere este dato?

Tampoco hay que preocuparse en exceso. Que la gente haga lo que quiera, leer o jugar al tenis. En Navarra o el País Vasco se lee algo más, pero los índices globales son más bien bajos. No sé bien por qué. Dándole vueltas, puede ser porque no hace tanto frío y salimos mucho a hacer vida en la calle.

¿Se considera un intelectual?

En absoluto. Es una palabra que me da mucha grima y me parece pedante. Lo único que he hecho en la vida es estudiar.

¿Se atrevería a elegir al mejor poeta en lengua castellana?

Por mi afición al cine soy muy de hacer listas. En primer lugar, Lope de Vega, el mejor poeta español de todos los tiempos. La plata... (ligera duda) se la doy a Góngora y el bronce a Quevedo. Y añadiría el mejor libro de poemas: "Las coplas a la muerte de su padre", de Jorge Manrique.

¿Qué le llevó a dejar Derecho y matricularse en Filología?

Era buen estudiante y elegí Derecho. Saqué todas las matrículas posibles el primer año, pero me gustaban tanto el latín y el griego que me pasé a Filología.

Resuma su experiencia al frente de la Biblioteca Nacional.

Hace poco di una conferencia con motivo de sus trescientos años. Tengo recuerdos gratos, y acabé con la satisfacción del deber cumplido. Creo que se ha conseguido dotarla de un corsé jurídico que la convierte en la institución más importante, junto al Prado, para todos los españoles. Una especie de Casa de la Cultura común.

¿Qué tal le fue como secretario de Estado de Cultura?

Era un cargo político puro y duro. Tenía entonces y mantengo hoy una buena sintonía con Aznar que fue la clave para aceptar. Pasé cuatro años intensos con una agenda muy compleja. Así que mi familia agradeció que le pudiera dedicar después todo mi tiempo.

¿Es una buena mezcla la de cultura y política?

La cultura va con todo. Debo decir que en política el porcentaje de canallas es idéntico al de cualquier otra actividad o profesión.

Su discurso para entrar en la Academia de la Historia en 2011 fue "Historia y poesía". Esta sí parece una mezcla más natural.

Ambas disciplinas están muy cerca como demuestra que haya una musa para cada una en el Parnaso griego. En mi discurso de entrada busqué tres ejemplos de interrelación entre poesía e historia. La epopeya mesopotámica de Gilgamesh; "Esperando a los bárbaros", de Kavafis, un tratado de historia en treinta versos, y el "Lepanto" de Chesterton, que pese a ser inglés celebró aquella gesta mucho más que los poetas nacionales.

¿Internet será compatible con el formato papel?

Para la prensa este camino puede suponer una especie de vuelta al siglo XIX con análisis en profundidad e incluso recursos literarios. La información directa está en los muros. Respecto al libro, no ha triunfado la edición electrónica de pago y creo que va a coexistir bastante tiempo con el papel.

Tres mujeres en su vida y treinta mil libros en la biblioteca.

(Risas) Me han atribuido una injusta fama de Barba Azul. He tenido tres novias y con las tres me he casado. Respecto a los libros, ahora ya son más de cuarenta mil. En este caso no le he puesto un piso a ninguna señorita o vicetiple sino a mis propios libros porque ya no me cabían en mi casa.