LLEGÓ junto a los suyos a ganar una carrera que parecía que nunca ganaría. Su desesperación era tal que vendió su alma al diablo, sin tener en cuenta que el diablo es muy listo, más por viejo que por diablo, y no supo conquistárselo para que en esa venta de su alma incluyera también la solución para los españoles. Al final, se convirtió en presidente y se ocultó debajo de la mesa a esperar que Montoro y De Guindos le sacaran las castañas del fuego. Al final, el fuego se expandió y la desesperanza de Rajoy se hizo exponencialmente mayor.

Nunca un presidente había estado tan escondido al principio de su mandato. Tanto poder, respaldado por la mayoría absoluta, no ha servido de nada, ni a él ni a los españoles ni a España. Nunca antes un presidente había dejado en tan corto periodo la piel en el camino. Y lo peor de todo es que todavía dentro de su partido hay pelotas que lo suben a las alturas y ninguno tiene el valor y el poder de decir al presidente la realidad. Una realidad que solo conocen, al parecer, cada uno de los ciudadanos que no pertenecen a esa clase política, pervertidora de nuestra destrozada democracia. Una clase política que supera las quinientas mil personas y que mantenemos nosotros aunque no estén dando un palo al agua. ¿Para qué mantener a los políticos si ellos solo se interesan en sus prebendas? ¿Qué están haciendo? ¿Para qué sirven?

Ya nadie cree en Rajoy ni fuera ni dentro de España. Afuera porque no sabe lo que dice y dentro porque está impidiendo una investigación parlamentaria que podría clarificar lo que ha pasado con Bankia, lo que está pasando y lo que pasará. ¿Para qué está pidiendo dinero Rajoy? ¿Tal vez para garantizar las nóminas de los políticos en los próximos meses? Cuando nosotros tenemos el dinero necesario para evitar ser intervenidos por Europa. Por esto es Rajoy un cobarde, un cobarde político cuando podría ser el primero que le podría dar lecciones a Europa si tuviera en su corazón el deseo de sacar a España adelante, bajo esta tormenta de fuego que está cayendo aunque tenga que dejar a sus amigos detrás. Pero su silencio, por la protección a sus intereses, por la falta de poder moral, va a permitir que España sea pasada a cuchillo por salvarles el culo a unos cuantos.

Obviamente, un presidente cobarde nos llevará a la miseria total y no habrá remedio para nadie, pues si no lo ha habido hasta ahora de ninguna manera podemos esperar a que las reformas fructifiquen tal como el Gobierno quiere. Las reformas no van a funcionar por mucho que se desgañiten todos los ministros y afines del PP al decir que son buenas para una recuperación de la economía. Esas reformas no producen puestos de trabajo ni crecimiento, y encima se condena al ciudadano a no recibir un préstamo ni con avalista. Mientras que los bancos no paran de pedir, y ya van por los 120.000 millones de euros, aparte de los que pide Goirigolzarry para Bankia, que, de momento, ascienden a 23.000. Y al ciudadano que lo parta un rayo. Y encima el rey dice en Brasilia: "Las reformas no tardarán en dar frutos". Pero no dice si serán un fruto excelente o este saldrá podrido, que tal de donde viene yo me inclino por lo segundo, pues nunca he visto ni oído que cuando algo se destruye lo que queda se mantiene de forma perfecta, porque lo que ha hecho Mariano ha sido destruir la esperanza de los ciudadanos y sus familias.

Después de que José Manuel Soria tuvo la brillante idea de extraer el posible petróleo de Canarias, me llegó a convencer de que su nivel político se estaba emparejando con la realidad de Canarias, pero después de decir que confía en que saldrá de la crisis con la hoja de ruta del Gobierno me ha desinflado. He dudado incluso hasta de su inteligencia. El Gobierno no tiene hoja de ruta en los asuntos financieros. En todo caso, si hay alguna hoja de ruta la tendrá Merkel y no Rajoy. Es técnicamente imposible que el Gobierno tenga una hoja de ruta, porque no tienen ni idea de cómo está el Banco de España. Sin saber dónde está el Norte no se puede llegar a él.

Rajoy podría dar un golpe de efecto y cambiar el modelo de Estado. Un mdelo que se viene arrastrando desde la Transición hasta nuestros días creándose miles de cargos políticos que solo han servido para que la corrupción se extienda cada vez más y más. Un modelo al que se han adherido los vividores en busca de privilegios y vida fácil apegados a la teta del Estado. Ese modelo tiene que desaparecer y, si no, entonces desaparecerá España tal como la conocemos hoy. Si Rajoy quería hacer profundas reformas que cambiasen la vida de la gente, ahora tiene la oportunidad de hacerlas en veinticuatro horas.

Solo tiene que intervenir a las comunidades autónomas y que el Estado asuma las competencias de sanidad, educación, justicia e interior, y el ahorro ascendería a 150.000 millones de euros. Todo esto traería consigo la desaparición de casi 30.000 vehículos oficiales y más de 2.000 cargos de confianza solo en la comunidad de Madrid. Las empresas públicas pasarán de 4.000 a menos de 500. Todo ese ahorro superaría los 250.000 millones de euros. Pero eso difícilmente pasará, porque la voluntad del presidente del Gobierno no es cortar los salarios de los que sobran, sino seguir manteniéndolos mientras haya de donde sacar dinero, y ahora se saca de Europa. Tampoco la voluntad es la de clarificar ante la opinión pública lo que ha pasado con Bankia. ¿Por qué la negación del presidente de abrir una investigación?

¿Quién es Rajoy para evitar una investigación acerca de la pérdida de miles de millones de euros de pequeños inversionistas? ¿Cómo puede un presidente evitar que se investigue un asunto de vital importancia no solo para los ciudadanos, sino para España también? Por mucho que quiera evitarla, lo que no va a poder parar es la avalancha de querellas criminales contra algunos de los que han provocado el gran agujero de Bankia. Las personas con sentido común intacto no pueden aceptar esta estupidez de un presidente que mal entiende el decoro y respeto que le debe al pueblo que le eligió. Él no puede decidir más allá del límite que le fue encomendado sin poner en peligro la convivencia ciudadana, olvidando que es el pueblo quien ostenta la soberanía, a menos que quiera que este salga a la calle y lo echen a él de la Moncloa.

Si Rajoy no sabe, no puede o no quiere sacar a los españoles de esta miseria, entonces tiene que irse, dimitir, como lo hizo Adolfo Suárez; dimitir como lo hace un caballero cuando antepone los intereses generales ante los intereses particulares. Dimita, señor Rajoy, y salve a España y a los que viven dentro de ella, sin tener que mover un dedo, y habrá hecho usted un gran trabajo haciendo nada. Y si sigue, que será lo más probable, entonces no vuelva a poner al frente de un banco a un político. Tenga piedad de aquellos que lo han perdido todo o casi todo por creer en usted y en los que le rodean. Aprenda del rey y sus palabras: "Lo siento, me equivoqué". Aunque usted debería decir: "Lo siento, no les volveré a mentir". O ¿no sabe usted pedir perdón?

Si no sabe, aprenda a hacerlo, porque hay millones de personas esperando que les cuente la verdad, esa verdad que usted quiere evitar que se sepa. Hay cientos de miles de accionistas que han perdido casi todos los ahorros, y usted no quiere siquiera darles la satisfacción de ver a los responsables entre rejas; impunidad y barra libre en un Estado de derecho no es más que sinónimo de corrupción. Corrupción que existe, aunque usted se niegue a verla.

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