EN ESTOS DÍAS, las calles de La Orotava se tiñen de rojo, pero de un rojo de chalecos y corpiños, con bordados alegres de espigas y flores... Sombreros de paja y paño, adornados con hojas de viña, azufre y telas de araña. Resuenan laúdes, bandurrias, timples, guitarras, cañas, tambores y panderetas... Los bueyes dóciles unidos por la yunta, mugen junto al gañán, con el regatón de la vara de castaño enclavado entre los adoquines y la zahorra. Las carretas engalanadas abren camino al Santo... los aromas a carne asada se entremezclan con los sabores a gofio amasado, papas arrugadas, huevos duros, queso, pan con chorizo de "a perra" y por supuesto, el vino.

El vino como paisaje y trabajo, como alimento y jolgorio, como excusa para hacer amigos y brindar con los viejos. Reflejo de patriotismo arraigado connota un motivo de encuentro, de conversación y sosiego.

Niños que reparten papas desde lo alto de las carretas. Muy cerca de las turroneras, el aroma a las almendras garrapiñadas...

Alguien un día comparó los viñedos de La Orotava en invierno, como "cabelleras al viento", ahora en verano resulta un jardín frondoso, de verdes y tierras. Falta poco para el envero, las uvas cuajadas se hinchan y no tardarán en cambiar de color. Se despuntan los sarmientos y se piensa en Septiembre. Pronto llegará la vendimia.

Mientras tanto y entre vasos de vino, muy cerca de la Cruz del Teide, se escuchan las polcas, isas y saltonas...

Bajando por San Francisco,

Te vi mirando de lado

Llevabas los labios tintos

Y el flequillo repeinado

Las manos en la cadera

Y el sombrero bien atado

Con esa sonrisa tuya

Que me tiene enamorado...

¡Salud!