UNA COMISIÓN de Identidad Canaria salimos hace unos días con cara de tontos de un Departamento de Derecho Internacional de la Universidad, a donde fuimos a recabar asesoramiento sobre algunos trabajos que estamos desarrollando, con el fin de ofrecer alternativas a la pavorosa crisis económica y social que estamos padeciendo en Canarias.

Nuestra intención era aclarar algunos interrogantes sobre un posible escenario de asociación a la Unión Europea como país y territorio de ultramar, similar al establecido para las Antillas Holandesas, aparentemente más conveniente para Canarias que su actual estatus de Región Ultraperiférica (RUP).

Para nuestra perplejidad se nos informó de que Canarias no tiene siquiera reconocido ese estatus RUP -aunque Identidad Canaria reclame la plena soberanía- en la Constitución española, ni, por supuesto, en el Estatuto de Autonomía, debido a los recelos del Gobierno español para otorgar a Canarias un régimen similar a las colonias francesas. También nos indicaron que el reconocimiento recogido en el Tratado de Lisboa a las RUP no obliga jurídicamente a España a nivel internacional, sino a nivel interno europeo, ya que en la ONU solo están representados los Estados y no la Unión Europea como tal.

Esta revelación viene a confirmar la orfandad jurídica en que se ha encontrado siempre Canarias, pese a que la propaganda española y de sus ventrílocuos autonómicos nos intenta hacer creer que disfrutamos de determinadas especificidades, fueros y derechos, mientras en la práctica su base legal no aparece en ningún texto normativo con carácter irrevocable y vinculante. El viejo truco de los conquistadores españoles, que, a cambio de oro, plata y otras riquezas, ofrecían espejitos sin ningún valor a los nativos de los nuevos territorios colonizados.

Nuestra asociación ya publicó un artículo en este periódico con el título de "Cataluña nación y Canarias en el limbo", en fecha 2-12-2010, mediante el que advertíamos de que una serie de aspectos claves de nuestro ordenamiento jurídico, constitucional y estatutario no eran más que piedras de molino con las que intentaban hacernos comulgar, como nuestra supuesta condición de "nacionalidad", no recogida realmente en el Estatuto, al quedar diluida dentro de un circunloquio metafísico y semántico, mientras Cataluña, Euskadi, Galicia, Aragón y Andalucía recogían inequívocamente tal condición.

Lo mismo ocurre con las supuestas garantías constitucionales y estatutarias de nuestro REF, reducidas a un informe previo de cortesía no vinculante del Parlamento canario, o a las también imaginarias garantías del Artículo 96 del REF para que las Islas reciban al menos la media de inversión estatal, que jamás ha llegado a aplicarse en las transferencias o Presupuestos del Estado, originando el continuo lloriqueo de la "deuda histórica" por parte del Gobierno autónomo.

Y qué decir de nuestro espejismo de Zona Económica Exclusiva y Mar Territorial reconocidos en la fantasmagórica Ley de Aguas de 2010, sin cobertura jurídica internacional alguna, en la que solo faltó incluir a San Borondón. O el malabarismo de otorgarnos condición archipielágica sin tener reconocido mar archipielágico.

Una variopinta colección de estampitas sin valor alguno, mientras los fueros que realmente tienen basamento jurídico, como la Ley Especial de Puertos Francos de 1900, han sido permanentemente vulnerados, sin respetar siquiera las sentencias jurídicas favorables a su vigencia mientras no sea derogada mediante otra ley de igual rango.

Ya decíamos en el artículo mencionado que la pregunta que surge es: ¿por qué los legisladores españoles recurren a trampas semánticas, circunloquios metafísicos y sofismas vacíos de contenido cuando se trata de definir los fueros y especificidades canarias?

En Identidad Canaria lo seguimos teniendo claro: nuestra condición de territorio de ultramar extraeuropeo, la forma de incorporación forzada a España mediante conquista militar violenta, la conformación de su población en la que está presente el sustrato de Territorio No Autónomo, si las autoridades representativas canarias lo solicitaran. Y esto es lo que realmente preocupa al Estado español.

Y tanto que no dudaron en montar un repugnante acto de terrorismo de Estado para intentar asesinar a Antonio Cubillo en 1978 en Argel, un día antes de viajar a Nueva York con el apoyo de la OUA para reclamar la descolonización de Canarias en la ONU.

De ahí que no se dé puntada sin hilo a la hora de legislar sobre las Islas, para no crear precedentes que, en un futuro, pudieran sentar jurisprudencia y tener repercusiones jurídicas ante aquellos organismos. Siempre desde una mentalidad acomplejada, recelosa y mezquina, proclive al pelotazo, el expolio y la rapiña fácil, aprehendida desde que se embarcaron en su aventura colonial ultramarina en el siglo XV.

Y es que, por desgracia, nos tocó el peor de los colonialismos europeos posibles, ya que las colonias y territorios de ultramar de otras potencias europeas tienen reconocidos muchos derechos negados a Canarias, como el veto en tratados internacionales o el de libre determinación. Razón por la cual desde Identidad Canaria no creemos en otras vías para preservar nuestros derechos que no sean las que conduzcan a nuestra plena soberanía nacional. La castrante mentalidad carpetovetónica, mesetaria y tramposa española no nos deja concebir otras alternativas.

Por ello, sentimos discrepar de los compañeros nacionalistas que todavía confían en otros caminos y atajos que serían viables en otras latitudes, pero no con el Estado abusador que nos ha tocado padecer. Y aunque les deseemos el mayor de los aciertos en sus citas congresuales, lamentamos no creer en las soluciones negociadas que nos proponen, con interlocutores trileros y sordos.

Desde la metrópoli y sus sucursales consulares en Canarias se nos suele reprochar aquello de "no os conformáis con nada", y llevan mucha razón, pues desde una mínima posición de dignidad en la defensa de nuestros legítimos derechos nacionales es imposible conformarse con lo único que el Estado español está dispuesto a ofrecer, además de espejitos jurídicos, y que a la hora de la verdad representa justamente eso: nada.