EMPIEZA a ser costumbre generalizada en este país ponerse a temblar cada vez que llega un viernes. La razón está en que, salvo raras excepciones, Rajoy se reúne con sus ministros los viernes. Ayer corrían las especulaciones por las redes sociales sobre la terrorífica cifra de otros 30.000 millones de euros en recortes. En realidad, más certezas que especulaciones porque esos planes gubernamentales han sido confirmados por la presidenta de la Comisión de Economía y Competitividad del Congreso de los Diputados, Elvira Rodríguez, y por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, aunque ninguno de los dos concretó si la merma se situaría en el mencionado guarismo. A lo mejor nos cae un poco más. Margallo reitera que el Gobierno está decidido a cumplir su compromiso de reducir el déficit este año hasta el 5,3 por ciento del PIB y así responder a las expectativas del mercado.

Claro que sí, ministro; faltaría más. Tan solo tenga en cuenta que España está pagando casi un 7 por ciento de intereses por el dinero que pide prestado a diez años, mientras que a Francia esos "mercados" apenas le cobran algo más del dos. Para mayor bochorno, el BCE bajó ayer los tipos de interés a un 0,75%. ¿De qué estamos hablando? Digámoslo ya con claridad: algunos señores, que siempre han ganado mucho con la especulación en los mercados de capitales, llevan mucho tiempo intentando acabar con el euro. No para agradar a sus primos gringos del otro lado del Atlántico -que también-, sino porque a ellos les va bien con la esterlina. Y no solo eso, pues los inglesitos, tan queridos por algunos, han hecho las cuentas necesarias para saber que todo lo que han ganado hasta ahora hundiendo a Grecia, Portugal, Irlanda y por último a España (Italia es la siguiente en la lista) es una nimiedad en comparación con lo que van a ganar durante los próximos años si consiguen liquidar la moneda única.

Asunto aparte lo constituye el hecho de que hayan sido los griegos, los portugueses, los irlandeses, los españoles y también los italianos los que les hayan proporcionado a estos fenicios de la era moderna la cuerda con la que los están ahorcando. Dígase lo que se diga, en esos países no todos pero sí la inmensa mayoría de sus habitantes han vivido por encima de sus posibilidades. El despilfarro, tanto público como privado, ha sido gigantesco y la deuda consecuente con tanta prodigalidad es monumental. Pero acabaremos peor si corregimos un error con otro aun mayor. Materializar ese recorte -primero se sueltan los globos sonda y luego, si procede, pues se procede- supondrá más desempleo, menos ingresos para el erario, más avidez fiscal y, en definitiva, más armas para que nos sigan asfixiando desde fuera. Da igual que el día de la decisión sea este viernes -como vaticinan algunos- o el próximo. Una semana de plazo es insignificante para los años de penurias que se avecinan si seguimos por este camino. Además, puestos a recortar, ¿por qué no se empieza con los zánganos? Digo esto porque, según publicaba ayer un periódico de Madrid, el Gobierno del PP sólo ha suprimido 45 altos cargos de los 382 que dejó el PSOE. Realmente suena a cachondeo, pero ya se ha dicho que este país es puro cachondeo. Empezando por lo que dijo aquel alcalde y siguiendo con todo lo demás.

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