A COMIENZOS de la semana pasada llegaron nuestros nietos Álvaro y Fernando a pasar quince días de vacaciones con nosotros. Como se recordará, el comienzo de la semana fue mucho más calurosa en nuestras Islas que de costumbre, por lo que decidí llevarlos por alguna playa, donde se podían bañar, ya que uno tiene doce años y el otro ocho, y, a la vez, aprovechar que me contasen los avatares de fin de curso, que casi siempre suelen ser normales (por eso están aquí), así como sus planes de verano, antes de que se "enrollen" con sus amigos chicharreros, como dicen ellos.

Son unos chicos que cuesta sacarlos del agua, pero aun así aprovechamos para dar algunos paseos por la playa, o sentarnos en alguna terraza a tomar un café y ellos algún refresco. Fernando aprovechó para ponernos al día de todo lo relacionado con la selección nacional de fútbol, haciendo cábalas sobre posibles resultados, aunque nunca dudó de su triunfo en la Eurocopa. Dicen sus hermanas mayores que aprendió a leer en el "Marca" y en el "As".

Quedé asombrado al ver tumbados en la playa a bastantes adolescentes, a la mayoría de los jóvenes y hasta gente entrada en años, tanto de un sexo como del otro, enchufados en algún artilugio para oír música o la radio. Pero allí faltaba el bullicio de cuando mis hijos eran pequeños. Apenas se oía el murmullo de alguna conversación, solo el lento batir de las olas -porque hasta la mar estaba en calma- o el ruido típico de alguien que ha decidido darse un chapuzón". ¡Qué bueno, descansar un rato y escuchar la música que a uno le gusta!", pensé. Pero lo que en realidad me sorprendió fue ver también a bastante gente, similar a la anterior, sentada en la playa, en un risco o en una mesa de la terraza, tecleando con el dedo pulgar, con bastante destreza y sin parar, en un "móvil" de tamaño bastante mayor que el mío. Enseguida me aclaró mi nieto Álvaro -que las coge al vuelo-: "¡No, abuelo! No es un móvil, es un aifon o un áipad", le entendí. Pero, bueno, como estos temas de las nuevas tecnologías me apasionan, y charlar con mis nietos todavía más, decidí invitarlos a comer allí, en la terraza de un bar en la playa, para que me pusieran al corriente con estas herramientas de comunicación que desconocía.

¡Mi experiencia de aquel día fue maravillosa! Para sintonizar con un o una adolescente hay que conocer sus intereses: fútbol, música, canciones, informática, motos, coches, etc.; además, se aprende un montón. Aunque me dijeron que esto lo sabe todo el mundo, resumo aquí lo que me explicaron los chicos, por si a alguno o alguna de mi "quinta" le resulta interesante: el iphone (se pronuncia "aifon") es el mejor móvil del mercado, pionero de los móviles con pantalla táctil. Es el que mayor personalización permite, con multitud de programas para convertir el móvil en un ordenador, GPS, centro multimedia, redes sociales... ¡Lo que quieras! El ipad (se pronuncia áipad) es la mejor "tableta" del mercado, es decir, una pantalla como la de un miniportátil pero táctil. Es como un iphone pero sin teléfono y con una pantalla del tamaño de un folio. Tiene wifi, GPS, etc., y una nitidez en la resolución de la pantalla sin igual para ver fotos y vídeos en alta definición. Entre los accesorios se pueden incluir teclados convencionales, convirtiéndolo en un portátil. Los dos son de la casa Apple (se pronuncia "ápel"). Todavía, al día siguiente, me explicaron más aplicaciones de estos aparatos y de otros sistemas informáticos.

Cuando nos levantamos, después de haber comido bien, la mayoría de aquella gente seguía enchufada a la minipantalla o a los miniauriculares, algunos incluso comiendo. Yo me pregunto si conectados a unos artilugios tan sofisticados a todas horas se puede disfrutar de unas buenas vacaciones. Vacaciones que se me ha ocurrido llamarlas "Apple".

Soy de los que piensan que vacaciones es un tiempo maravilloso para descansar y aprovechar para abrirnos a los demás, charlar con los amigos que durante el resto del año no tenemos tiempo ni de ver y también hacer nuevas amistades. Pero, sobre todo, para hacer más vida familiar y sacarle partido hasta a la crisis: comer en familia, terminar con una buena y agradable sobremesa con tertulia..., hasta reír y cantar en familia. Para volver de las vacaciones más esperanzados y nunca amargados.

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